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La nueva ley exige a las administraciones apoyo a la comunicación signada y oral en ocio y cultura para personas sordas

El mundo que se oye por los ojos

Una joven leonesa reivindica su derecho a un cine accesible con subtitulados en las salas comerciales

León

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Pilar Fernández Padierna no oyó su llanto al llegar al mundo, nació envuelta en silencio. A los siete meses su padre y su madre empezaron a sospechar, pues su primogénita no respondía a los sonidos. Meses después los médicos confirman que la niña padece sordera, profunda en el oído derecho y severa, es decir, con un mínimo resto en el izquierdo. La familia comienza una lucha callada y sin tregua por la integración de su hija en una sociedad oyente. A los tres años y medio, cuando entró por primera vez en el colegio Santa Teresa, de León, la cría sólo pronunciaba tres palabras: papá, mamá y agua. «Mis padres siempre apostaron por el habla oral y gracias a ellos y a mis profesores aprendí a hablar y a leer». Ella puso el resto, que no es poco: voluntad férrea, unas «muy bien aprovechadas» habilidades para leer los labios y pasión por la lectura. Trilogías como Harry Potter y Memorias de Idhun y los libros de Jorge Bucay, están entre sus lecturas favoritas. Confiesa que no ha podido con El Quijote completo ni con El Capitán Alatriste , por la «complejidad de su lenguaje». «Casi nadie lee y, si dices que lees, todo el mundo te mira raro, pero a mí encanta: de mis lecturas ha salido la mayor parte de mi vocabulario», admite. Una afición poco frecuente entre las personas sordas por las dificultades que suelen tener tener con la lectoescritura. Pilar tuvo la suerte de nacer en una época en la que los colegios especiales para sordos cerraban sus puertas y se abrían las aulas a la integración de las personas con discapacidad sensorial, motórica, física y psíquica. Fue uno de los grandes retos de la Logse y esta joven es un paradigma «de los resultados positivos de esa política de atención a la diversidad en la escuela normalizada», subraya la psicopedagoga Mercedes Taboas, que la conoce profesionalmente desde que entró en la escuela. Pilar tiene diecisiete años y estudia primero de Bachillerato de Humanidades. Ya no precisa apoyo fuera del aula, como cuando era pequeña y salía con la logopeda o la pedagoga terapéutica para entrenarse oralmente. Ahora sólo necesita «adaptaciones de acceso», es decir, sentarse en primera fila para ver mejor los labios de su profesorado. Escolarizada un año más tarde de lo que le correspondía, no ha perdido mingún curso y no sólo no se arredra ante las dificultades del latín y el griego, también está empeñada en aprender inglés. Nadie ajeno a la clase se daría cuenta de que Pilar está limitada sensorialmente. En parte porque, como dice ella, «la sordera es una discapacidad invisible» y en parte por lo bien aprovecha su escaso resto auditivo con el audífono que se camufla entre los mechones de su oído izquierdo. Técnicamente, Pilar es hipoacúsica. Además de estudiar, sacar buenas notas y sentirse orgullosa por haber conseguido el premio Aula Emprende 2008 al mejor proyecto de empresa breve del Ildefe de León, a Pilar le gusta ir al cine con su pandilla, charlar, pasear, tomarse algo... Divertirse como cualquiera de su edad. Pero el celuloide, sin subtítulos, está vetado a las personas sordas. Las salas comerciales sólo están pensadas para oyentes y videntes, así que, pese a que la tecnología lo permite, las personas con sordera o ceguera no pueden disfrutar de los estrenos. A lo sumo, seis meses después, pueden alquilar las películas y poner subtítulos si son sordas o escuchar las versiones audiodescritas si son ciegas. Para ella, nada ha cambiado desde que siendo una niñita la llevaron por primera vez al cine a ver Tarzán. «Nunca me enteré de nada, ni tampoco de los dibujos animados... ahora han salido ediciones nuevas pero ya no soy una niña», lamenta. Y quiere ver las películas de su tiempo y su generación. Así que empezó a investigar sobre la accesibilidad en el cine para personas como ella: «Si hay subtítulos en la televisión, pensé que también se podrían poner en el cine», explica. Un reportaje confirmó sus pesquisas y amplió su campo de trabajo a Internet, donde descubrió el proyecto de Cine Accesible de la Fundación Orange y Navarra de Cine S.L. « Las proyecciones se realizaron con un subtitulado digital sobre una pantalla de 5 metros por 0,5 metros que se coloca bajo la de proyección de manera que no entorpezca la visión de la imagen. Los subtítulos se reflejan con un código de colores que utilizan las personas sordas para facilitar la identificación de los diálogos de cada personaje (el protagonista siempre va en verde). El proyecto contó con intérpretes de lengua de signos en las salas», explica un dosier de la fundación. Además -añade el informe- «las personas con discapacidad visual dispusieron de auriculares personales, con volumen ajustable, desde los que siguen una descripción de las situaciones y las reacciones de los personajes que les ayudan a comprender mejor los diálogos». Para Pilar fue un filón. Se lo contó a todas sus amistades y a la primera oportunidad planteó su reivindicación al Equipo Específico de Deficiencia Auditiva de León, de la Consejería de Educación de la Junta de Castilla y León, que realiza una historia de su vida escolar para la revista profesional León oye . «Estas empresas han entendido que el ocio debe ser tenido en cuenta como una propuesta más de integración» para las personas con discapacidad auditiva o visual, considera Pilar. La experiencia la inició en el 2003 la empresa navarra y a partir del 2006 se une la operadora telefónica, que el año pasado lo llevó a Oviedo, La Coruña, Zaragoza, Bilbao, Barcelona, Valencia, Murcia... de la mano de entidades colaboradoras. Las personas sordas y ciegas tuvieron oportundidad de ver en las primeras semanas del estreno en salas películas como Sp iderman III, Una mujer invisible, Bajo las estrellas y Donkey Xote. «Fue emocionante ver a una niña de diez años sorda que iba al cine por primera vez y a personas de 60 años que nunca habían tenido la oportunidad de ver una película en una sala», comenta el portavoz de la Fundación Orange, el leonés Víctor Suárez Saa. A León sigue sin llegar. La joven reclama un poco de interés por parte del Ayuntamiento de León y de las diferentes salas de cine de León para que las personas con discapacidad auditiva o visual tengan la oportunidad de disfrutar de los avances de la tecnología. «Agradecemos mucho a Pilar que se haya tomado la molestia de conocernos y la animamos a que demanden iniciativas como ésta a asociaciones e instituciones de su entorno», agrega Suárez. «La medida beneficiaría a todo un colectivo de personas que ahora mismo tienen limitado su acceso al ocio», apostilla Pilar, tras hacer cuentas: «En España, según datos oficiales, hay más de tres millones y medio de personas sordas y con hipoacusia y en León hay mil personas sordas y otras dos mil hipoacúsicas», dice citando a la asociación de personas sordas San Juan Bautista de León. Lo cierto es que su reivindicación está avalada por la ley que, desde octubre de 2007, reconoce el derecho de las personas sordas al aprendizaje, conocimiento y uso de las lenguas de signos y a la potenciación de los medios de apoyo para la comunicación oral, tanto en el ámbito educativo como en el entorno cultural y del ocio. LÍNEAS NECESARIAS PARA DESCRIBIR LA CIFRA Campo Campo Si es necesario, texto para explicar la cifra «Genera mucha frustración ir al cine y no poder seguir la película; o renunciar a ir al cine» «Nunca olvidaré 'Jack y las habichuelas', la primera película que ví con subtítulos, a los siete años en la televisión» «Es muy difícil seguir una película por los labios: los actores no vocalizan para no exagerar. Sólo entendí bastante bien 'Ocho citas'» «Sólo seis cadenas de televisión subtitulan; ponen lengua de signos en el congreso y los mítines pero no en lo que interesa a la gente, como las series» PILAR FERNÁNDEZ PADIERNA

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