Nace un «gourmet» en la montaña
Un oso joven, probablemente recién independizado del núcleo materno, pasea por los valles leoneses que frecuentaba el popular Salsero, alimentándose en los mejores mieleros Llega, olfatea, d
Hace varias semanas, un apicultor de Almanza advertía sobre la posible presencia de un oso pardo en unos valles poco frecuentados por la especie. Unas huellas de nueve centímetros y medio de envergadura marcadas sobre varias colmenas destrozadas fueron el indicio que confirmaba la presencia de un ejemplar joven, probablemente recién independizado del núcleo materno y muy goloso a juzgar por sus gustos alimentarios, que no son otros que exquisita miel de brezo y frutos de mostajo. Hacía dos años que no se producía un ataque en estos pueblos, pero últimamente la actividad del oso goloso ha sido frenética y al menos cuatro explotaciones apícolas de esta comarca han sufrido daños. Y las que quedan, porque los pasos del plantígrado se dirigen hacia Valderaduey, según los últimos avisos vecinales que han recibido los miembros de la patrulla de la Fundación Oso Pardo que opera en la montaña oriental leonesa. Un oso y no un tejón «Está claro que es un oso y no un tejón porque el oso sólo tira las colmenas que come, no lo destruye todo», explica Bernardo Canal Rubio, coordinador de la patrulla, a pie de panales. La explotación apícola pertenece a Sergio Santa Cruz, uno de los vecinos de Almanza que se dedica profesionalmente a la producción de miel. «El bicho», como le llaman por allí, acaba de llevarse por delante siete colmenas, de las que cinco han quedado totalmente destrozadas. «Son daños asumibles, pero hace dos años estropeó 25 colmenas, y eso ya es otra cosa». Una colmena tiene un valor de unos 105 euros entre el coste de la madera, el enjambre y la cera. La cosecha, de unos 15 a 20 kilos al año, se cotiza a cinco euros el kilo de miel, por lo que la pérdida de una sola unidad supera los 200 euros. La Junta, desde hace muy pocos años, ha dejado de pagar el lucro cesante que sí se abona en otras comunidades y ha reducido las indemnizaciones a unos 90 euros por colmena. No es un asunto baladí para alguien que posee 900 colmenas en 22 asentamientos distintos, caso de la sociedad en la que participa Santa Cruz. El pastor eléctrico La alternativa que les queda es proteger la miel. Y, ¿cómo? Pues con el método más sencillo pero eficiente: el pastor eléctrico. Dos miembros de la patrulla de la FOP ayudan esta mañana a colocar las estacas y el cableado alrededor de las colmenas de Sergio. «En cuanto pegan el morro y les da la descarga no se les ocurre pasar. La corriente la respetan todos los animales», indica Bernardo Canal. Ruta hacia Valderaduey A unos pocos kilómetros, en un lugar conocido como Las Pradericas, probablemente el mismo oso hambriento provocó nuevos destrozos en el colmenar de Jesús Montes, apicultor de segunda generación. «Es época de crías y viene por la larva», afirma con tono de resignación. El plantígrado viene siguiendo los valles de Almansa. Al amanecer aún se puede percibir su rastro en los prados que bordean frondosos bosques de roble. Sigue, según dicen, las mismas rutas que Salsero, oso muy popular en la montaña de Riaño hace dos décadas por ser el primer ejemplar radiomarcado con un collar transmisor. Y también parece utilizar las mismas oseras que en su día abrió el legendario ejemplar de oso pardo cantábrico. Al oso goloso no se le ha perdido la pista. Su rastro lleva hasta la comarca de Valderaduey, entre la montaña leonesa y Tierra de Campos, y puede que su destino sea después las montañas palentinas para dirigirse por algún corredor cualquiera hacia Cantabria, o hacia Asturias. Es difícil prever sus movimientos, y más aún visualizarlos, puesto que se mueve de noche.