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Publicado por
ANTONIO PAPELL
León

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HOY saldrá adelante con toda probabilidad el proyecto de ley de consulta impulsado por el lendakari Ibarretxe, gracias al voto afirmativo del Partido Comunista de las Tierras Vascas (PCTV) cuyos portavoces realizaron ayer un previsible alarde de cinismo al asegurar su «apoyo muy crítico» a la iniciativa (la respaldan con la convicción de que el PNV condescenderá finamente con la prohibición gubernamental). La propuesta del lendakari, que pretende someter a la ciudadanía de Euskadi un descabellado «Plan Ibarretxe II» muy semejante al primero que ya recibió el rechazo del Parlamento español, se escapa completamente a todas las previsiones del ordenamiento político español, por lo que se la podría calificar de lunática. Pero aunque éste el aspecto jurídicamente más relevante, el hecho de que el jefe del Gobierno vasco plantee semejante referéndum es un hecho político de extraordinaria gravedad. En primer lugar, porque el futuro del País Vasco, una comunidad dividida por mitades prácticamente iguales entre nacionalistas y no nacionalistas, no puede establecerse en términos de lograr la prevalencia de un hemisferio sobre otro. En los términos democráticos del Tribunal Supremo de Canadá, en funciones de tribunal constitucional, aquellas reformas que afectan estructuralmente a toda la colectividad -le independencia de Québec en este caso, urgida por el sector francófono y negada por el anglófilo- no pueden ser impuestas por la mayoría simple de la mitad más uno sino por mayorías muy cualificadas que aseguren que no habrá fractura social. En segundo lugar, porque es evidente que en el hipotético caso de que se convocara el referéndum, no se darían las condiciones indispensables de igualdad de oportunidades para todos que aseguraran su ecuanimidad.