Un cese con nocturnidad
Nadie esperaba que la presidenta de la Comunidad de Madrid iba a asestar un golpe contra su propia cabeza, contra uno de sus favoritos, el leonés Alfredo Prada Presa
Desde hace semanas, tras la tempestad llega otra tempestad en el PP. Y Esperanza Aguirre es de las que no se pierde ni en broma sus minutos de gloria en el ojo del huracán. Había tanta expectación por saber qué rizo iba a rizar la líder popular tras el reciente congreso de Valencia que en Madrid se esperaba algo sonado. Lo que no se preveía era que el último golpe de efecto de Aguirre iba a ser contra su propia cabeza, esto es, contra dos de sus consejeros favoritos, casualmente incorporados por Mariano Rajoy a la dirección nacional del PP apenas 72 horas antes. De la vehemencia de Aguirre queda constancia en otro detalle: en esta última embestida también se llevó por delante a otros tres consejeros que pasaban por ahí desde hace un año. Pero vamos a los dos primeros: uno era el de la polémica de las presuntas muertes por sedación: Manuel Lamela, reconvertido en consejero de Transportes y defendido a capa y espada por la presidenta. Y otro, el leonés Alfredo Prada, un político de raza convencido de que ser fiel al PP consiste en caminar con la cabeza bien alta tanto por la calle Génova como por la Puerta del Sol. Y siempre, más fiel aún, al servicio de Esperanza Aguirre desde el primer minuto de su presidencia de la Comunidad de Madrid. Aunque la propia presidenta advierte y repite que la remodelación de Gobierno responde a la necesidad de afrontar los tiempos de crisis y no a otras razones, en la sede nacional del PP echan chispas. Y Mariano Rajoy, balones fuera. Lo que quiere decir que mucho no le ha gustado. Alfredo Prada ha dejado así de ser vicepresidente segundo de la Comunidad de Madrid y consejero de Justicia. Era mucho para Aguirre y ahora, lastre que soltar para la operación ahorro. Trabajar a «toda máquina» En la medianoche que separa el pasado miércoles de ayer, jueves, Alfredo Prada recibió la noticia de su cese. Por sorpresa. De manera inesperada y sin previo aviso. La maquinaria del Gobierno Autonómico de Madrid se puso entonces a trabajar a toda máquina para que, en ese momento, un boletín oficial urgente dejara constancia de los ceses y sustitutos, único contenido del documento emitido. La inminente relación entre los que dejaban de ser cargos de confianza de Esperanza Aguirre y el congreso recién terminado, tenía en el nombre del leonés Alfredo Prada una de las claves para una crisis de tanta urgencia. El caso de Prada, no obstante, cuenta con ingredientes hasta sentimentales. Si por algo se ha caracterizado estos años la labor del leonés, al frente siempre de importantes misiones, es por saber ocupar el segundo plano que se exige a todo aquel que rodee a Esperanza Aguirre. Y Prada lo ha hecho con profesionalidad, protocolo y hasta con devoción. Pero toda esta relación fraternal saltó por los aires la pasada madrugada cuando se precipitaron los acontecimientos. A la mañana siguiente, ya con el cese en el bolsillo, Alfredo Prada se acercó a su despacho a recoger sus objetos personales y a despedirse de sus colaboradores. Fue discreto, sereno y sencillo. Se limitó a decir adiós y dar las gracias. Prada, entonces, desapareció y no asistió a la toma de posesión de los nuevos consejeros. Por la propia Aguirre se supo que no ha solicitado puesto alguno y que él mismo vino a decir que era huérfano desde hace muchos años y que había sabido ganarse la vida. La rumorología dice que hasta el coche oficial y la escolta también se volatilizaron. Y también se cuenta desde los mentideros madrileños que la respuesta de Génova no se hará esperar en forma de un nombramiento importante en la dirección nacional del PP. Así han acabado años de estrecha colaboración entre Esperanza Aguirre y Alfredo Prada. Un político leonés que hizo carrera en Madrid, siempre consciente de su condición de fiel escudero, y que esta semana ha probado los sinsabores de la política. Y algo más en sus propias carnes: Prada ha descubierto que sí, que la esperanza es lo último que se pierde. Aunque ahora parece que el camino que se le abre sea aquel que se dicte en el convulso primer partido de la oposición de la política española. Al menos, el sueño de Prada de la Ciudad de la Justicia será su legado en Madrid. Y León, su tierra. Un lugar por el que Aguirre afirma sentir devoción.