Del tren de ayer al AVE del mañana

En el siglo XIX, las comunicaciones ferroviarias entre Asturias y León despegan. La Cordillera Cantábrica aislaba a los pueblos salpicados por la vertiente sur de los del norte y el progreso de estas áreas chocaba contra un macizo que escondía areniscas y cuarcitas muy difíciles de derrumbar. Los intereses mineros de entonces llevaron a Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) a elaborar un informe con el que reclamaba la unión de los yacimientos del Principado con el mar y la Meseta, una infraestructura sobre la que asentar el progreso económico de las dos vertientes. Pasaron varias décadas hasta que el proyecto se recuperó. En 1880, después de más de 25 años de replanteos y problemas, llegó la adjudicación de las obras previstas para construir el trazado por el puerto de Pajares. La tarea no era fácil y el recorrido primigenio sufrió numerosos cambios, que suscitaban por igual apoyos y críticas. Cuatro años más tarde, Alfonso XII y su esposa, la reina María Cristina, inauguraron la Perruca, en León, y la localidad asturiana de Puente de los Fierros. Ha pasado más de un siglo y el tendido es prácticamente el mismo. Un recorrido de casi cincuenta kilómetros para salvar un desnivel de 927,7 metros, por el que los trenes circulan a sesenta kilómetros a la hora, una velocidad poco competitiva en el transporte de mercancías y personas. La variante de Pajares, de ancho internacional, suplirá la vejez de la que adolece la línea actual y concederá a leoneses y asturianos uno de los hitos constructivos más importantes de las últimas décadas.