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«Sueños, sí»

El congreso de la proclamación del nuevo aspirante a sacar del desierto opositor al PSOE de la comunidad cumplió el guión, con Zapatero y Blanco como avalistas del delfín criado en Ferraz

El auditorio del recinto ferial se quedó pequeño para ver la proclamación de López ante Zapatero

Publicado por
A. Caballero - enviado especial | valladolid
León

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En domingo, el PSOE celebró misa de 12 en Valladolid para la comunión de Óscar López, al que dio el santo sacramento político Zapatero y apadrinó Pepe Blanco. Muy solemne -al estilo del márketing que visten todos los partidos- con la liturgia bien aprendida por parte del personal, que se levantaba cuando sonaba la música y aplaudía en función de los picos de las intervenciones. Se notó desde la procesión de los primeros curas -Leire Pajín, José Antonio Alonso y Bibiana Aído, entre otros-, pero llegó a su cúlmen cuando el presidente del Gobierno entró por el pasillo central acompañado del ex catecúmeno y se encontró con besos, aplausos, palmadas y los gestos interesados de más de uno y una aspirante a medrador/a política que dieron la mano y escondieron la piedra. La primera lectura le tocó al homenajeado, que estuvo cercano, intenso e incluso punzante desde el púlpito -el nuevo, que el atril de Villalba lo retiraron ya el sábado a mediodía-, vestido de traje, sin chaqueta, pero con corbata. Habló también de que «en Madrid el PP quiere privatizar el agua, que viene de Ávila», pero se olvidó de dónde desembocan los pantanos leoneses de Riaño, Porma o Luna. Era una fiesta e incluso se tomó la licencia de leer el Nuevo Testamento con la parábola de Martin Luther King y Obama para ilustrar su «sueño de cambio». «Sueños, sí», admitió, con el 2011 en la meta para su confirmación como presidente de la Junta. A López le sucedió en el ambón Zapatero -otra vez todos a levantarse gracias al estímulo-reacción de la música- para dar un sermón plagado de alusiones a los demonios neoconservadores del PP-Bush, además de alguna advertencia velada a los pecadores de la parroquia que no cumplen los mandamientos. Se había rebasado ya la consagración en ese momento. Como en la canción de misa, los delegados castellanos, sobre todo los de Valladolid, entonaron la estrofa de «al partir el pan, te conocimos» cuando vieron subir a los miembros de la nueva ejecutiva al altar: tan jóvenes, tan paritarios, ¡tan leoneses!... tanto, que alguno se ofrecía por lo bajo a darle la ostia a Óscar López, al tiempo que arreciaban los aplausos hacia la leonesa Amparo Valcarce. Como no había reclinatorios, sino las butacas de confort del recinto ferial -pagadas por la Junta con cargo al erario público- nadie se arrodilló, pese a que López ya había exhortado a hacer acto de contrición por los 20 años de camino por el desierto y de éxodo de los jóvenes. Se recitó el santoral: Demetrio Madrid, Jesús Quijano, Juan José Laborda -para el que hubo efusivas muestras de cariño- y hasta Jaime González. Francisco Fernández seguía la ceremonia desde las filas de la mitad del templo, junto a la delegación leonesa, pese a que le invitaron a los bancos de la curia. Estaba en parroquia ajena, su corriente es más neocatecumenal -como le demostraron desde su llegada las miradas de los antiguos profetas castellanos- y prefirió no vestirse con casulla, que todavía es diácono, a la espera de ser investido cura-secretario provincial en el congreso de noviembre. Será por eso que en el momento de dar la paz -y después gloria- los que se han quedado fuera de bolos miraron para otro lado. Aún no había salido Zapatero al patio -donde le esperaba para la palmada alguno que no hace tanto pidió de forma pública el voto para el PP y que estuvo todo el fin de semana de progre- ni se había rezado el Padre Nuestro de la Internacional -que unos recitaban y otros seguían como si fuera el himno de España-. Objetivo 2011, insistía desde las paredes la pastoral propuesta por Óscar López. Amén.

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