Escritor
«Los que me adelantaron publicando hace tiempo que bostezan en el Café Gijón»
El veterano autor villafranquino, que en breve publicará una nueva obra, confiesa que fue un «desclasado» en el mundo de las generaciones. «Y el que no está dentro de una generación no sale en la foto»
Hoy tendrá lugar un reconocimiento más que merecido. Entre amigos, compañeros y paisanos, el maestro Antonio Pereira (Villafranca del Bierzo, 1923) recibirá el tributo del tercer Congreso de Literatura Leonesa que organiza Diario de León. El autor de joyas cuentísticas como «Una ventana a la carretera» y poéticas como «Cancionero de Sagres», el cultivador de un estilo tan sugerente, tan delicioso, tan humano, que cautiva a todo aquel que se le acerca, el inimitable narrador y gran conversador, será el protagonista de la jornada de hoy en el parador de San Marcos. Ocho estudiosos de su trabajo glosarán lo más destacado de su obra y sus colegas de filandón Luis Mateo Díez y José María Merino pronunciarán la conferencia El cuento literario. Y todos celebraremos la gran suerte que tenemos de que Antonio Pereira siga escribiendo. -Se acercó al tema de una manera genial en «Cuentos de la Cábila», pero, ¿en qué momento exacto sintió Antonio Pereira la llamada de la literatura? -Hombre, no soy capaz de localizar un momento especialmente importante o decisivo, más bien debió producirse de una manera sencilla, lenta, gradual, como uno le va cogiendo gusto a un deporte concreto o a jugar al ajedrez. Ahora bien, sí que di un paso para ejercer esta actividad de una manera muy prematura que lamento vivamente: siendo yo un niño de pantalón corto me presenté en casa del vate villafranquino Antonio Carvajal Álvarez de Toledo, poeta romántico de capa y barba que daba largos paseos y componía sonetos. Y entonces, en aquel caserón, este hombre me ofreció, a mis 13 años, una carta de recomendación para el director del Diario de León, Filemón de la Cuesta, quien aceptó inmediatamente mis servicios. -¿Y que escribía usted para el Diario? -Me dijo que le mandara corresponsalías de Villafranca y yo le enviaba crónicas de las procesiones; alguna reseña del cine, para ir a ver películas de balde; o algún madrigal dedicado a alguna chica para ver si me comía una rosca... -Y después se vino para la capital. -Cuando ya fui un hombre hecho y derecho vine a León para abrirme camino en la vida y aquí ya conocí a la gente de «Espadaña»; llegué a publicar en los últimos números de esta revista de azarosa existencia¿ La verdad es que desde entonces he viajado mucho, he volado mucho, pero siempre, siempre he tenido casa abierta en esta ciudad. Mis raíces están en lo leonés. -¿Cómo fue su etapa madrileña, esa en la que empezó a publicar de firme? -Efectivamente, tuve una etapa madrileña, pero siempre alternando con León. Fui a Madrid por diferentes motivos y el estar allí me permitió conocer a más gente e introducirme en los círculos editoriales. Obviamente, no se podía vivir de la literatura: Vida Española me pagaba por una poesía 100 ó 150 pesetas. Y mil me daba La Vanguardia, pero por hacer un artículo semanal. «A ver cuando te puedo subir 100 duros, Pereira», me decían. Pero nunca me lo subieron. -¿Cree que su nombre podría haber llegado a sonar con una fuerza mayor si hubiera frecuentado más los círculos sociales y editoriales de Madrid? -Estoy absolutamente seguro de que sí. Mi nombre sonaría más, digamos, mediáticamente. Ahora dicen que si soy un escritor de culto, algo minoritario; pero sí, eso que dices hubiera influido decisivamente y algún premio «sonoro» me habría caído como consecuencia de cultivar los ambientes propicios. -¿Qué pasó? -Creo que influyó mucho el que transcurriera bastante tiempo entre aquella precocidad de niño y el primer libro que publiqué en una editorial. Eso contribuyó a que fuera un poco un «desclasado» en el mundo de las generaciones. Y ya se sabe que el que no está dentro de una generación no sale en la foto. Pero muchos de aquellos compañeros que me adelantaron publicando libros hoy están retirados o parlotean y bostezan en el Café Gijón sin dar un palo al agua. -¿A qué edad publicó el primero? -Tendría 39 ó 40 años. Fue El regreso, de poesía, en Adonais. Después, con Del monte y los caminos quedé empatado, casi sin enterarme, en el Premio Guipúzcoa con José Batlló, quien caballerosamente me ofreció publicarlo en aquella colección suya llamada El Bardo, a la par que Arde el mar, de Gimferrer. -¿Cuándo comenzó a cultivar el cuento literario? -Junto con mis poesías empiezo a hacer también cuentos sueltos que luego alguien me animaría a reunir en un libro. Ese libro sería «Una ventana a la carretera», que gana el premio Leopoldo Alas Clarín en 1966, el único de España, por entonces, para libros de cuentos. No cabe duda de que aquello me halagó. Además, el género me gustaba también por lo que de parecido tenía con la poesía: economía verbal, disciplina y poder de sugerencia de la palabra. Mis libros, entonces, empiezan a sucederse a buen ritmo. -Pero, ¿era aquel un buen momento para el cuento en España? -No, era un momento muy malo para el cuento literario. Muy malo. Entrabas con tus cuentos en el despacho de un editor y para él era como si entrase el demonio. No se vendían bien. Por eso publiqué también dos o tres libros (entre ellos, La costa de los fuegos tardíos ) que hubieran sido un buen conjunto de relatos pero que, por conveniencia editorial, convertí en novelas. Aquello fue un error. Pero bueno, seguí luchando y publicando cuentos, aunque me sentía un poco solitario en su cultivo y defensa. -¿Cómo ve el género hoy en día? -Pues míralo: han aparecido vocaciones en muchos cuentistas, se escriben muchos cuentos, los editores los publican, señal de que se venden¿ y los críticos se ocupan de ellos igual que si fueran novelas. -Y cuando llegó el Fastenrath -...me hizo mucha ilusión, me llenó mucho, porque lo daba la Real Academia. Eran 6.000 pesetas, y cuando las cobré invité a Ramón Carnicer y a su mujer al teatro. Luego vendría el Torrente Ballester por Las ciudades de Poniente y otros más. Pienso ahora que, por ejemplo, en la justificación del fallo del premio Castilla y León de las Letras se hacía hincapié en el cultivo que había hecho yo del cuento¿ Cela decía que en España somos tan pobres que no podemos ni alabar a los escritores por dos virtudes diferentes. O es una, o es otra. Pero yo soy tan poeta como cuentista. Y como me dolía un poco que esa última faceta eclipsara a la otra, saqué «Meteoros», mi poesía completa. -¿Cómo fue aquel encuentro suyo con Jorge Luis Borges? -Yo lo admiraba y lo sigo admirando. Es cierto que a veces me carga ligeramente su prodigiosa calidad de página, una novela suya en esos términos hubiera resultado infumable; pero, sus cuentos, esas tres o cuatro páginas¿ eso es lo hermoso, eso es un género completamente nuevo. El caso es que fui a Buenos Aires por razones diversas y le escribí diciéndole quién era y que me encantaría charlar con él. Y así fue: salimos a pasear por la calle Florida, él apoyado en mi brazo, y yo¿ ¡yo me sentía como si llevase la bandera de la Argentina! Creo que fue el año en que le dieron el Cervantes, pero al alimón con Gerardo Diego, en fin, una pequeña barbaridad. -¿Qué autores han sido básicos en su carrera? -Yo he sido muy autodidacta, pero no me podría olvidar de mi profesor de academia en Villafranca, de Antonio González de Lama, de Ricardo Gullón¿ de mis muchas lecturas en la librería de mi tío y padrino en Villafranca, y sobre todo de Valle Inclán. Me fascinó. -¿Qué piensa de la abrumadora presencia de títulos en las librerías? -En principio me parece bueno, pero yo me pregunto¿ ¿tiene el gusto por la literatura verdadero arraigo en el alma de la gente? ¿Es sincera la necesidad de cultura? -¿Cómo es un día en la vida de Antonio Pereira? -Muy sencilla. Me levanto a las ocho de la mañana y escribo todos los días. Rara vez poemas, y más frecuentemente algún relato. Luego hago anotaciones en un diario privadísimo¿ y también me ocupo de esa serie de compromisos que constantemente le llegan a uno. Sin olvidar el modesto ejercicio que hago, los paseos por la Pícara, o su equivalente madrileño, y las charlas con los paisanos. Me gusta mucho escuchar. El escritor saca mucho jugo de oír a la gente¿ Y por cierto que es asombrosa la agenda cultural de León, no tiene nada que envidiar a Madrid en conferencias, conciertos, presentaciones¿ que coinciden todas a la misma hora. -¿Cómo marcha la Fundación Pereira? -Ahora mismo con obras en el edificio del campus que la va a acoger y con gente trabajando en la clasificación del material que he donado. La verdad, espero que funcione¿ yo voy a estar como un vocal más, propondré ideas, etc. Pero quiero que sea algo abierto, que fomente no sólo la creación literaria sino todas las artes en general. Aunque para eso, claro, hace falta dinero. - ¿Esperan algo suyo las imprentas? -Sí (sonríe). Y no diré nada más.