Del surrealismo leonés de Luis Artigue al humor de Antonio Hernández

Las ponencias de ayer resultaron, ante todo, variadas tanto en estilos como en temáticas. El escritor y columnista del Diario Luis Artigue hizo ver cómo el surrealismo cotidiano que percibe en su pueblo, Villalobar, se vive «con toda naturalidad» en la localidad, y aseguró que él se reconcilió con ese mundo «gracias al cuento literario». Para la escritora vasca Julia Otxoa, lo fabuloso no es que esté en el cuento, sino que «impregna toda la vida». Víctor Alperi habló de Crémer, Gamoneda y la efervescencia cultural de «Espadaña» mientras que el crítico Juan Ángel Juristo hizo ver cómo, hoy, los límites entre ensayo y novela «se diluyen», por, a su juicio, «un repliegue del pensamiento». Por la tarde, Rafael de Cózar recordó que «toda obra literaria es meditación, pero no al contrario»; Antonio Hernández llenó de humor andaluz la sala, animando a buscar germen literario en la realidad del pueblo llano, y el berciano Raúl Guerra Garrido, ante una botella de mencía, separó pensamiento de literatura: ésta es, más bien, «sentimiento, belleza, libertad», expresó.