Diario de León

Crémer: En la hora de la escritura leonesa

Publicado por
Victoriano Crémer
León

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LEÓN, que parecía no ser tierra de sembradura intelectual, se descubre en esta hora feliz del mes de otoño dorado, de un año de copiosa anotación, como el centro del saber y del sentir de la España aferrada a sus tradiciones y a sus costumbres. El ministro de Cultura, César Antonio Molina, presentó en una sola sesión dos representaciones y un homenaje... De las sesiones, que encajan perfectamente en los anunciados de «17 horas en San Marcos» (titulatura que inevitablemente nos recuerda otras horas de infeliz anotadura) y la tercera edición del Congreso de Literatura Leonesa, en cuyo capítulo aparecen nombres bien seleccionados, con los que este ambicioso programa ha servido para establecer las leyes definitivas de las letras legionenses y, sobre todo, para mayor gloria de quien tutela la efemérides para la exaltación de una de las figuras de mayor estabilidad real, de más fina sensibilidad y de mayor soporte real, cuyo nombre ha conseguido establecerse en el índice más exigente de España, no ya como poeta de abolengo bien ganado, sino de relator literario de superior rigor: Antonio Pereira es, sin duda, el escritor mejor dotado de cuantos, de una manera o de otra, se han dejado ganar por la pasión de la literatura, del bello sentir y el más sereno entendimiento de lo que debe ser considerado como el lenguaje de las flores. Antonio Pereira se ha erigido, por la sola fuerza de un mecanismo de expresión libre, de cualquiera otra carga que no sea la de transmitir sentimientos perfectamente articulados y mejor expuestos para el gozo puro del lector. Sus libros de poemas en llamas lúcidas, sus cuentos de ceñido laboreo y su singular manera de entender el nobilísimo oficio de escribir, la han colocado en la cima o mejor diríamos en la culminación elaborada de una literatura, en la cual ha evitado caer en vanas tentaciones para aceptar solamente el sentimiento bien entendido. Algunas veces me he sentido obligado a declarar mi deslumbrante envidia por Antonio Pereira, al cual me he sentido transportado a esas regiones donde habitan los dioses por la pura palabra que emite, por la seguridad con que transita por un camino, el literario, el poético propiamente dicho, donde ¡ay! suele caminar el olvido. El recuerdo, la voz y la palabra de Antonio Pereira se ha convertido en la ley para todos y en este día de otño de un año de esperanzas, León acierta a descubrir su figura y su espléndido contagio. Y a mí me complace recordarle en este día de su gloria. ¡Tus versos, ¡ay!, tus versos Antonio, para nuestro descanso, para nuestra amistad. Para mi envidia, Antonio! Tan llena de entendimiento y de verdad. Porque, como dirías tú mismo: «No es tu mejor amigo/ quien regresa en la noche/ y te trae pensamientos oscuros/ perseguido por papeles de oficio... desarmado ya para la protesta...» ¡Ay Antonio! «Algunas veces me he sentido obligado a declarar mi deslumbrante envidia por Antonio Pereira» VICTORIANO CRÉMER, escritor

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