Diario de León

Los dos partidos no consiguen concretar el pacto alcanzado por Zapatero y Rajoy en julio

El afán de protagonismo de PSOE y PP retrasa la reforma de la ley de víctimas

La fórmula sobre cómo llegará al Congreso la iniciativa decidirá el reparto de «méritos»

Soraya Sáenz de Santamaría conserva con Ramón Jáuregui y José Antonio Alonso en el Congreso

Soraya Sáenz de Santamaría conserva con Ramón Jáuregui y José Antonio Alonso en el Congreso

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Ramón Gorriarán - madrid
León

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Gobierno y PP no se ponen de acuerdo sobre la forma en que se debe tramitar la pactada reforma de la ley de víctimas y el desacuerdo ha hecho que se incumplan los plazos fijados. El Ejecutivo pretende que se debata el proyecto de ley que aprobaría previamente el Consejo de Ministros, y el partido opositor aboga por llevar al Congreso su proposición de ley para tener más protagonismo en la discusión parlamentaria. El 23 de julio pasado, al calor de la excarcelación, entonces en puertas, de Iñaki de Juana y de la polémica sobre las calles dedicadas a miembros de ETA, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy acordaron, a instancias de éste, hacer una reforma de la ley de víctimas del terrorismo. Pocos días después, el portavoz de Justicia del PP, Federico Trillo, manifestó rotundo que «sin duda en septiembre» el texto legal estaría en el Congreso. Pasó septiembre y no hay noticias de la reforma. La portavoz popular en la cámara, Soraya Sáenz de Santamaría, se ha puesto en contacto con el secretario general del grupo socialista, Ramón Jáuregui, para materializar la iniciativa. El partido opositor quiere presentar en el Congreso una proposición de ley con su firma para que se adhieran a ella los socialistas y cuantos grupos quieran. El Gobierno, sin embargo, no comparte esa vía de tramitación parlamentaria y prefiere que el Consejo de Ministros apruebe un proyecto ley para que se debata en la cámara sin que ningún grupo se arrogue el protagonismo de la iniciativa. Fuentes gubernamentales, además, no muestran entusiasmo alguno ante esta nueva modificación de la ley porque «no aporta nada» a lo esencial, que es la lucha contra el terrorismo. El PP, argumentan, sólo busca con esta iniciativa marcar una muesca más en su papel de valedor de las víctimas. El Gobierno considera asimismo, según las fuentes consultadas, que legislar al socaire de una determinada coyuntura, la puesta en libertad de De Juana o las calles con nombre de etarras, no es «lo más adecuado ni efectivo» en términos jurídicos. Tres cambios El PP pretende introducir en la norma de víctimas tres apartados: obligar a «todas las administraciones públicas» a suprimir las calles, plazas, plazas o recordatorios con nombres de miembros de ETA y que no hacerlo implique un delito de desobediencia; reformar el Código Penal para establecer medidas de control a los terroristas excarcelados; y regular mejor la responsabilidad civil para que los victimarios hagan frente a las reparaciones económicas de las víctimas. Tres cambios que se incluirían como disposición adicional a la ley vigente. El Gobierno da un valor testimonial a estas medidas puesto que las reformas no pueden tener efecto retroactivo y no se podrían aplicar, por ejemplo, a De Juana o cualquier otro miembro de ETA que se excarcele ahora o lo haya logrado en años anteriores. Su efectividad, por tanto, estaría limitada a los terroristas que salgan de la cárcel una vez que se apruebe la reforma. Entre los juristas, incluso, existe un debate sobre la viabilidad constitucional de esta medida. La supresión de las calles y plazas dedicadas a etarras, por otra parte, ya está recogida en la ley de víctimas que aprobó el Parlamento vasco y sólo se trata de aplicarla, recuerdan desde el Ejecutivo. Otros cambios, como los propuestos por Unión, Progreso y Democracia para ampliar la definición de víctimas a los «miles» de ciudadanos amenazados y perseguidos por ETA y su entorno aunque no hayan sido objetivo de atentados, no se contemplan por el momento en las conversaciones de los dos partidos mayoritarios pese a que esta iniciativa fue aprobada por el Congreso el pasado 3 de junio con los votos de PSOE, PP, CiU, PNV e IU-Iniciativa per Catalunya.

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