Diario de León

Algunos de los túmulos construidos en el Neolítico fueron violados por civilizaciones posteriores y buscadores de tesoros

Los arqueólogos hallan varios enterramientos prehistóricos en el corazón de Picos de Europa

Pese a que el potencial turístico está en León, el parque nacional apuesta por explotarlo en Asturias y Cantabria

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Marco Romero - picos de europa
León

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Los arqueólogos que han estudiado durante los últimos años el fenómeno del megalitismo en la vertiente leonesa de Picos de Europa han hallado nuevas evidencias de, al menos, una decena de monumentos funenarios construidos entre los años 4.000 y 2.500 antes de Cristo por parte de las primeras poblaciones de agricultores y ganaderos de esta región. Los estudios de varios expertos corroboran la existencia de estos enterramientos encuadrados en los periodos Neolítico y Calcolítico, aunque León sigue siendo el último reducto cantábrico sin explorar. No en vano, hasta la fecha sólo se ha autorizado una excavación en las inmediaciones de la montaña oriental y el único megalito que había catalogado oficialmente era el de La Uña, en Burón; eso a pesar de que en las vertientes asturiana y cántabra del parque nacional hay identificados unos 200 conjuntos prehistóricos. Los hallazgos más singulares se encuentran en la majada de Vegabaño, en Soto de Sajambre. Se han catalogado dos nuevas construcciones funerarias, pero un paseo por los alrededores de estas praderas bordeadas por el río Dobra presentan evidencias de, al menos, una veintena de túmulos, algunos de ellos muy bien conservados y aparentemente sin violar. Este conjunto arqueológico, quizá por su especial ubicación, ha suscitado el interés de varios investigadores durante los últimos meses, aunque no existe constancia de que se pretendan realizar nuevas prospecciones. Los diez del catálogo En la vertiente leonesa de Picos de Europa se han catalogado, además, otros ocho megalitos situados en la cabecera del río Esla -Las Castellanas y Valdosín, en la Uña; Llano de Navares, en Acebedo, y Pico Castiello, en Burón-, en el valle de Sajambre -además de Vegabaño se halló uno en Las Linares de Llaveño- y en los márgenes de Valdeón -hay dos túmulos en Dobres, en la confluencia con el valle del Dobra, y otro en Cabaña Remoña, dando paso a la Liébana-. «Desgraciadamente, aún se ha investigado poco acerca de ellos y, en la mayoría de los casos, no se conoce más que el túmulo exterior y alguna laja o bloque de la cámara desmantelada», explica el catedrático de Prehistoria y director del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria, Pablo Arias, que ha realizado un trabajo de catalogación financiado por la Junta junto a los historiadores Luis Teira Mayolini y Carlos Pérez. El centro de la región cantábrica ha sido tradicionalmente un área marginal en el estudio del megalitismo peninsular. En tal sentido, el grupo de trabajo dirigido por Arias Cabal llama la atención sobre la rentabilidad arqueológica que siguen teniendo en estos sectores centrales de la región cantábrica los trabajos de prospección. «Es urgente acometer nuevas excavaciones que mejoren nuestro conocimiento de los modelos constructivos, las ofrendas, la cronología, el medio ambiente, etcétera». Con esta recomendación, los historiadores pretenden avanzar en los aspectos más relevantes de la organización social, los ritos y las creencias de las poblaciones que erigieron los monumentos megalíticos de León. «Es una civilización de muertos, no de vivos». La inquietante afirmación es de Miguel Ángel Moreno Gallo, historiador, periodista experto en la catalogación de monolitos y autor de diversos libros sobre el patrimonio histórico. Matiza que «es difícil» encontrar información que aporte nuevos datos sobre el modo de vida del hombre que pobló Picos de Europa durante el Neolítico. Esta particularidad sustenta la tesis defendida por Moreno Gallo que apunta la posibilidad de que estos moradores fueran grupos que practicaban la trasterminancia entre las riberas de los ríos y la montaña, dependiendo de la época del año. «No sabemos si vivían junto a las construcciones funerarias, pero es posible que bajaran a Boñar o a los páramos durante el invierno y que subieran el resto del año con su ganado a Picos de Europa», indica el historiador. Por esta razón, es prácticamente imposible encontrar indicios prehistóricos junto a los túmulos. Moreno Gallo, autor de la weg megalitos.es, opina que León tiene que albergar cientos de conjuntos arqueológicos correspondientes a la prehistoria puesto que es uno de los territorios del país menos estudiados en este sentido. Respecto a los hallados y catalogados, el historiador subraya que «no es normal» la acumulación de túmulos en tan poco espacio como los que se han descubierto en Vegabaño. «Los túmulos -explica- son en realidad montones de arena, bajo los que puede haber enterramientos, dólmenes...». Según sus estudios, no constituyen en conjunto una figura geométrica, «sino que más bien se trata del aprovechamiento del relieve para dar mayor visibilidad» al monumento funerario, puesto que casi todas las construcciones se encuentran en collados y zonas de amplia visibilidad, «aprovechando frecuentemente lugares en los que el sustrato rocoso da lugar a áreas relativamente planas», asegura el profesor Pablo Arias Cabal. Los materiales con los que fueron levantados, al parecer, están compuestos por derrubios glaciares de hace unos 8.000 años. Moreno Gallo sostiene que «no es posible» que abunden los dólmenes en Asturias, Cantabria, Zamora, Orense o Lugo y que León no tenga hasta la fecha yacimiento alguno inventariado, salvo en La Uña (Valdosín), «con un extraño menhir», y las tumbas colectivas de Villanueva de Carrizo, Gordaliza del Pino y La Candamia. Según él, la variedad geográfica de León, desde los Picos de Europa hasta Tierra de Campos, permite la ocupación humana en cualquier momento de la Prehistoria. Su información le permite afirmar que La Candamia, donde habría una docena de túmulos, y Dobres, en el entorno de Picos de Europa, son pocos ejemplos del megalitismo en una provincia donde estas manifiestaciones «podrían contarse por cientos». «Es urgente acometer nuevas excavaciones en León que mejoren nuestro conocimiento de los modelos constructivos, las ofrendas y el medio ambiente» PABLO ARIAS CABAL, director del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas LA VIDA Y LA PIEDRA El cambio climático provocó en el Neolítico -Nueva Edad de Piedra, entre los años 7.000 y 4.000 antes de Cristo- una lenta conversión de la economía de subsistencia, basada en la caza, hacia una economía más estable de carácter ganadero y apoyada en los cultivos. El hombre deja las montañas para desplazarse hacia los llanos en busca de caza. El hombre vuelve a las cuevas aunque en algunos casos llegó a utilizar chozas en las cercanías de los ríos, situación que se pudo dar en las riberas leonesas. «Es una civilización de muertos, no de vivos. Es difícil encontrar información sobre el modo de vida del hombre» MIGUEL A. MORENO GALLO Historiador y periodista

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