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| Reportaje | La opinión de las víctimas |

«Qué no se tape nada»

Familiares de represaliados agradecen la intervención de la Justicia para aclarar las desapariciones de hace 70 años «porque la gente joven debe saber todo lo que sucedió»

Vicente Moreira (en el centro) hace siete años en Fresnedo, en el paraje donde ocultaron a su madre

Publicado por
L. Urdiales - redacción
León

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¿Cómo se restaña el daño que ha sufrido una persona que a los once años perdió a su madre, asesinada de forma vil por pistoleros? Silencio. ¿Cómo se sofocan los recuerdos de una infancia de huida monte arriba, hacia Asturias, atormentada para siempre por la agresión y la orfandad? ¿Cómo se ahoga la pena de esperar una vida, setenta años, hasta recuperar los restos mortales de la madre muerta, de la madre oculta bajo medio metro de tierra y toneladas de miedo en una fosa ilegal? Silencio. Vicente Moreira no recuerda en balde; recuerda para que se sepa de la atrocidad. Y en el relato sobrecoge. «Sí, tenía 11 años. Y mataron a mi madre». Así de cruel y desgarrador. Y este berciano, menor de una familia de siete hermanos, huyó de la barbarie y de los pistoleros que con un tiro en la nuca le arrebataron a la madre monte arriba, hacia el norte, hacia Asturias, apestado de frío y hambre, de desprecio de la gente a la que se acercó para pedir pan o algo que llevar a la boca. Huyó del exterminio. «Eso pasó y la gente joven lo tiene que saber, porque la gente de hoy no sabe que aquello ocurrió, esa vergüenza de que hubo gente que mató de forma impune a otros», dice en favor del auto judicial del juez Garzón que abrirá fosas y cerrará heridas. Ahora llega la Justicia, el Estado. Pero Vicente Moreira encontró antes alguien que le escuchó en el derecho de un hijo de recupere la memoria de su madre, la madre asesinada y oculta en una cuneta por fosa durante setenta años. «Yo vivo aún hoy en día aquel miedo, el que pasamos mis hermanos y yo», amplía. Y resume con un silencio lo que sintió cuando, con la Asociación para la Recuperación de la memoria Histórica, logró que se levantara la fosa próxima a la localidad de Fresnedo donde los asesinos abandonaron a su madre. «Que no se tape nada; que lo que ha hecho ahora el juez Garzón, lo que hasta ahora ha hecho la asociación, es el único paso para que la gente sepa lo que ocurrió». Este sentimiento es común al que ofrece Raúl Astorgano, que hace escasos meses cumplió su deseo de devolver la memoria sobre la represión que acabó con la vida de su abuelo Juan Antonio, al que en las próximas semanas podrá darle un enterramiento de derecho. «Hasta ahora sólo nos escuchó a los familiares la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica», recuerda ahora Astorgano con amplias dosis de agradecimiento para la asociación que ha intervenido en dar luz -«en denunciar crímenes», como recuerda su vicepresidente Santiago Macías tapados durante siete décadas, y más. Con la Justicia personada ya en la causa de la desaparición de miles de leoneses, los familiares, los que han pasado el desierto del silencio y el olvido, esgrimen sus razones para confiar: «No se sabe lo que es tener a alguien tirado en una cuneta». «Yo vivo aún hoy en día aquel miedo, el que pasamos mis hermanos y yo» VICENTE MOREIRA, familiar

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