La dirección del partido no logra controlar las disputas en las organizaciones territoriales
El estilo de Rajoy acaba con el discurso unitario del PP que comandó Aznar
Varios dirigentes opinan que la directiva no supo gestionar la crisis entre PP y UPN
El discurso nacional unitario, integrador y sin fisuras que imprimió José María Aznar al PP, desde principio de los 90, está en crisis. Mariano Rajoy ha permitido la profusión de voces divergentes en su organización lo que imprime un nuevo estilo a la forma de hacer política del PP actual y trunca la trayectoria anterior. El creciente peso de los barones autonómicos se refleja en esta dispersión, así como en el fracaso de muchos de los procesos congresuales en curso tras el éxito que registró el cónclave nacional de julio. La forma de actuar del líder del partido permite que cuajen graves conflictos territoriales (como el que existe entre Murcia y Castilla-La Mancha o la crisis con UPN) y se cronifiquen los enfrentamientos internos, como los que padecen las organizaciones de Cataluña, País Vasco, Asturias, Extremadura, Aragón o Canarias. Con excepción del exitoso congreso nacional de Valencia, del que Rajoy salió triunfante tras resurgir de sus cenizas, el resto de cónclaves en marcha de los «populares» transcurren con más pena que gloria. La falta de liderazgo y las broncas intestinas dominan buena parte de los territorios sin que la dirección nacional disponga de mecanismos o autoridad suficientes para imponerse. «Es natural que tras la etapa de Aznar haya un mayor pluralismo interno pero es un proceso que la dirección nacional debe conducir y no lo ha hecho», así se resume la opinión de muchos dirigentes preocupados por la situación interna. «Rajoy se apoya demasiado en los autonómicos y eso le resta capacidad de actuación», dice uno de sus críticos. «A su equipo le falta madurez y los que tienen experiencia se ven perjudicados por el estilo del presidente», explica en la misma dirección otro parlamentario discrepante. Lo peor, la crisis PP-UPN El estallido de la crisis entre el PP y UPN -actualmente, al borde de la ruptura- es considerado por no pocos dirigentes como «lo peor» de toda la trayectoria del nuevo PP. Estas fuentes creen que, como en muchos otros casos, a la dirección le faltó habilidad para gestionar el conflicto desde el principio y recuerdan que el Gobierno en minoría de UPN en Navarra obligaba a prever una situación como la reciente votación presupuestaria. Ha causado malestar entre los populares el retraso de Rajoy en tomar una decisión como la amenaza de ruptura, que, por otra parte, recibió tantas o más críticas que la marcha atrás que supuso la suspensión de las relaciones con el partido foralista. Estos dirigentes quejosos creen que el PP debió construir un discurso, tiempo atrás, para restar importancia a la votación discrepante con el argumento de que UPN está en manos del PSOE y, por tanto, se ve obligada a ceder en defensa de la gobernabilidad de Navarra y en aras de frenar a los nacionalistas. En las filas populares se acuñó la etiqueta del «marianeo» para describir la forma de afrontar los conflictos que tiene su líder: ignorando el problema primero, retrasando la solución después, para, de improviso, dar un puñetazo en la mesa o tomar una dura decisión disciplinaria de la que termina por abjurar. La ruptura del discurso nacional que defendió tradicionalmente el PP sobre el reparto del agua, con la defensa de los trasvases, fue la punta del iceberg y el detonante de una protesta interna todavía por resolver. La bronca surgió con la votación en el Congreso del Estatuto de Castilla-La Mancha, que establece la eliminación de los trasvases del Tajo en 2015, con el visto bueno del PP castellano-manchego, liderado por la secretaria general del partido, Dolores Cospedal. Los diputados valencianos y murcianos pusieron el grito en el cielo y, mientras los primeros acataron la disciplina, los de Murcia se desmarcaron en la votación, espoleados por su líder regional, Ramón Luis Valcárcel.