| Crónica | El encuentro |
«Encantado de verte»
Llegó por fin el momento que toda España aguardaba durante casi cinco años: Zapatero cruzó el viernes el umbral de la Casa Blanca, donde le esperaba el presidente George W. Bush, que hasta ahora le había mantenido en el ostracismo político. La ocasión era una cumbre financiera para rescatar la economía global, así que no era momentos de nuevos despechos: «Gracias, por venir, estoy encantado de verte», le saludó Bush. Para el anfitrión era un saludo más, el octavo que dirigió esa noche a un presidente, precedido del que le había extendido a Angela Merckela. No hubo más que palabras de cortesía, porque a continuación los invitados pasaron a una sala donde firmaron el libro de honor de la Casa Blanca y, tras las presentaciones, llegó la hora de la cena, con un menú se encargó diseñado con un toque de salud: Las codornices ahumadas con membrillo estaban acompañadas de un risotto de quinoa, un grano boliviano sin gluten de altas propiedades nutritivas que llegó emparejado con un Landmark Chardonnay Damaris Reserve. Para seguir, brocheta de cordero al tomillo con una fondue de berenjenas, tomate, hinojo y champiñones de chanterelle, emparejado con un cabernet Shafer Hillside Selección, y una ensalada de endivias con queso brie y tosta de nueces. De postre, tarta de pera Huckleberry, y un chandon rosado. Hubo una pequeña intervención y Zapatero aprovechó para congraciarse con el anfitrión. Bush sonrió complacido cuando le recordó que «los últimos 20 años han sido los mejores de la economía mundial». En vez de poner la culpa en EEUU, como se hace en Europa, Zapatero la atribuyó a un fallo de los mecanismos de regulación y supervisión.