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| Reportaje | Dos viajes y una espera |

De China a Filipinas, un abismo

León

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La familia de Blanca Giménez y Julio Álvarez tiene razones para llamarse internacional: su primera hija llegó hace nueve años después de que Blanca superar graves problemas de salud. Pero un trasplante puso fin a las sesiones de diálisis y tuvo un embarazo normal. «Cuando nació, recordamos que habíamos planeado una adopción y decidimos llevarla a cabo de todas formas. Cuando tenía tres años -2002- fuimos a buscar a su hermana a China», explica. Desde el 2006 la familia aumentó: el hermano pequeño, Pepe, vino de Filipinas. «Fue una corazonada, entonces nadie sabía nada de Filipinas porque se acababa de abrir a la adopción con España». Filipinas tiene mucha tradición en adopciones con Estados Unidos y Australia, pero con España se empezaron a realizar a partir de un convenio bilateral en el 2003. «De ahí va a ser mi próximo hijo», se dijo Blanca cuando vio la noticia del convenio en el telediario. Gracias a las listas de Internet pudierion ver en directo la primera asignación de Filipinas a España. Y es que Internet se ha convertido en un gran aliado de las adopciones internacionales en los últimos años: los foros son un lugar más donde informarse y donde contactar con personas que tienen los mismos intereses y puede que lleguen a viajar juntas para cumplir su sueño. Blanca, de 43 años, y su marido, de 47, estarían dispuestos a repetir la experiencia si no fuera por la edad: «Es tan bonito... pero ahora ya no veo con las mismas fuerzas». La adopción es para sus hijas -cuenta- una de las dos maneras naturales de ser madre y padre: «Cuando juegan a las muñecas unas se quedan embarazadas y otras van otro país a adoptar». Las vivencias en China y Filipinas han sido radicalmente distintas. «En China estaba todo perfectamente definido, llegaba el expediente y te asignaban la adopción por riguroso orden, había que hacer papeleo pero no fue difícil», cuenta Blanca. En cambio, en Filipinas el proceso no es tan claro: «Buscan una familia ideal para un niño, no un niño para una familia. Son muy selectivos», explica. El proceso es más rápido si la familia acepta determinadas condiciones de salud o riesgo de los niños y las niñas. «Hay más niños en los orfanatos -aclara- porque, desgraciamente, a las niñas muchas veces las usan para la prostitución», un problema que también se da en Filipinas pese al fuerte peso que tiene el catolicismo en el país. Otra diferencia con China es, agrega Blanca, el trato que niños y niñas reciben en los orfanatos y en las familias de acogida en Filipinas, una modalidad muy extendida aquí que no existe en China. «Los filipinos son muy latinos, muy cariñosos y alegres y adoran a sus niños. Mi hija no sabía lo que era una caricia ni un beso, en cambio en Filipinas recogimos al niño en una familia de acogida encantadora. El niño sabía lo que era un beso y un achuchón». En Filipinas lo normal es saber el origen del niño o la niña, pero en China los orígenes son una incógnita. «Si algún día mi hijo tiene preguntas, yo tengo respuestas; para mi hija, que desde que tenía cuatro años ya me preguntaba cosas, no». Pero todas estas cosas, afirma, se van afrontando en el día a día. «A mi me ayuda mucho mi carácter positivo y todo lo que llevo en la «mochila»», aclara. Tener una hija antes le ha evitado la ansiedad con que muchas personas viven la espera. Y el amor, ¿Es diferente de una hija biológica a quienes llegaron por adopción? No, contesta rotunda. «Les quieres igual, pero tengo claro que hay diferencias entre ellos: pensamientos, preguntas, carácter... Todos tienen su pasado con su «mochila» y hay que respetarlo», agrega. Blanca Giménez, profesora de la Universidad de Valladolid, es una de las impulsoras de la recientemente constituída Asociación de Familias Adoptantes de Filipinas Batang Masaya (niño feliz), con la que pretenden ayudar al país «para compensarle un poco por lo mucho que nos han dado». La prioridad es el envío de material médico y fármacos como la permetrina, un compuesto químico muy eficaz contra la sarna que está muy extendida en los orfanatos filipinos.