| Crónica | Caos histórico |
400 kilómetros de atascos en Madrid
El aeropuerto de Barajas no estuvo operativo durante más de cinco horas y la ciudad estuvo incomunicada por carretera, con miles de conductores atrapados en los accesos
madrid
Viernes de caos en Madrid. La nieve puso patas arribas a la ciudad, a la que le sentó muy mal la presencia del blanco elemento. Calles cortadas, numerosos y pequeños accidentes y las circunvalaciones de la ciudad atestadas de cabreados conductores, incapaces de llegar a las oficinas de la periferia. Hasta cinco horas tardaron algunos entregados trabajadores en sentarse en sus sillas, con 400 kilómetros en total de atascos. La nevada provocó que durante cinco horas el aeropuerto de Barajas cerrara, dejando en tierra a miles de personas que tuvieron que ser recolocadas durante los vuelos vespertinos.
Unos pequeños copos avisaron de la que se avecinaba sobre las 8.00 horas. Poco a poco, lo que empezó como un hecho curioso se convirtió en un verdadero problema. La nevada comenzó a coger intensidad y a complicar la circulación de miles de conductores. El caos se apoderó de la ciudad a media mañana, que se colapsó ante la dalta de medios para retirar la nieve. Y la gota que colmó el vaso fue el cierre del aeropuerto durante cinco horas.
Los operarios de Barajas libraron una batalla que perdieron a las 11.30 horas. La nieve y la escasa visibilidad hicieron que el cuarto aeródormo más importante de Europa estuviera cerrado hasta las 16.03 horas. Entonces comenzó a operar con restricciones: sólo 20 vuelos a la hora, «una miseria», según las compañías. Cuando se recuperaron unas mínimas condiciones de seguridad, el aeropuerto volvió a operar y el primer avión salió a las 16.40 horas. La ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, explicó que se tomó esta decisión para «mantener la seguridad de los ciudadanos» y que la clausura de un aeropuerto es normal. Recordó que Stuttgart, Milán, Turín, Avignón o Bruselas también debieron cerrar esta semana por el mal tiempo.
Mientras los políticos comenzaban con sus acusaciones, los sufridos ciudadanos de píe sufrían con mucha paciencia los avatares de la nieve. Las estaciones de autobuses urbanos y de cercanías se llenaron de personas resignadas. «¿Dónde se piden los justificantes?», le preguntaba Isabella a María en la estación de la Avenida de América. Ambas, ecuatorianas y limpiadoras, buscaban a los responsables de la empresa municipal de transportes para que rellenara un salvoconducto para las dos horas de retraso que ya acumulaban. Ellas encontraron la solución en el subterráneo, ya que los autobuses urbanos se quedaron en la cuneta, literalmente. Los cientos de personas que se quedaron atrapadas en la M-30 y la M-40.
Rafale, por ejemplo, tardó seis horas en hacer 25 kilómetros desde su casa hasta el trabajo. «No vi a nadie para ayudarnos. Ni un solo quitanieves._Sólo quedaba aguantar el tiempo necesario», comentó enfadado.
Pero no todo fueron sufrimientos. Los más jóvenes (y no tan jóvenes) disfrutaron de lo lindo con la nieve. Las batallas de bolas florecieron en los parques. Incluso los más osados sacaron trineos y esquíes para disfrutar de la mayor nevada en una década en Madrid.