Los socialistas recurren a Obama como referente e identifican al PP con la doctrina Bush
Zapatero arriesga su crédito en las europeas tras el cambio de Gobierno
El PP trata de convertir la cita del 7 de junio en unas primarias de las generales
madrid
El próximo horizonte electoral, las europeas del 7 de junio, amenazan con convertirse en una pesadilla para el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Si estos comicios ya revestían importancia como test para los socialistas tras el varapalo gallego del 1 de marzo, ahora adquieren una trascendencia mayor por el relevo ministerial del pasado martes. El Ejecutivo medirá en las urnas el respaldo ciudadano a su gestión de la crisis, pero si es castigado no tendrá el recurso de la renovación de cargos para remontar el vuelo. Y mientras, el PP insiste en que a este Gobierno le quedan «meses» para verse abocado a unas elecciones generales anticipadas.
Una de las hipótesis que barajaban dirigentes del partido gubernamental era que Rodríguez Zapatero retuviera la reestructuración de su equipo hasta después de las elecciones europeas para acometerla después de las votaciones en previsión de que los resultados no fueran buenos. En caso de confirmarse ese escenario, la crisis gubernamental era un revulsivo de manual. Pero esa salida ha quedado cegada con el recambio del pasado martes sin que las perspectivas electorales de los socialistas, al menos por el momento, hayan experimentado una mejoría. Las encuestas divulgadas apuntan a una victoria del PP por, al menos, cuatro puntos de diferencia.
Efecto político interno
El Gobierno y el PSOE dan por descontado que los comicios europeos van a ser un mal trago pues son convocatorias en las que los ciudadanos suelen dar un tirón de orejas al Ejecutivo de turno con la tranquilidad de que no tiene un efecto político interno. No serán pocos los simpatizantes socialistas que nunca votarían a Mariano Rajoy para que gobierne, pero que sin embargo están dispuestos a castigar a Rodríguez Zapatero por su respuesta ante la crisis económica; unos se abstendrán y otros escogerán la papeleta del PP.
Lo que en condiciones normales podría ser una mala noticia sin más puede transformarse ahora en un problema serio para el Gobierno. La pérdida de la Xunta de Galicia, apenas compensada para muchos socialistas por la histórica alternancia en Euskadi; el lento, pero constante, desgaste en las encuestas; y la creciente contestación social a la gestión de la crisis constituyen un cóctel de difícil digestión con consecuencias imprevisibles.
En La Moncloa y en el PSOE descartan que Zapatero pueda verse obligado a acabar la legislatura antes de tiempo por incapacidad y por falta de apoyos en el Parlamento, como pretenden «populares» y nacionalistas. Pero la inquietud empieza a ser palpable, vista la dificultad para sacar adelante iniciativas en la cámara baja. El PSOE se esfuerza en contextualizar las elecciones e insiste en que se eligen europarlamentarios y nada más. Los populares, en cambio, tratan de convertir estos comicios en un trasunto de generales, en las que Zapatero debe pasar examen por su primer año de la legislatura. El PP, además, está crecido por su éxito en Galicia y el papel relevante en Euskadi, hitos que ni los casos de presunta corrupción de altos cargos del partido ni los de supuesto espionaje han conseguido aguar.
Presente y pasado
De momento, el equipo electoral del PSOE que, por primera vez, capitanea la secretaria de Organización, Leire Pajín, junto a José Blanco, trabaja en una campaña en clave europea y «muy ideologizada». El PP es el regreso al pasado, dicen los estrategas del partido gubernamental y señala como prueba más evidente de la, a su juicio, involución a que Jaime Mayor Oreja encabeza la candidatura opositora y su intención de recurrir a José Maríaz Aznar y la «vieja guardia» para arropar la campaña. Los socialistas pretenden trasladar al electorado que la disyuntiva es Aznar o Zapatero, y hasta Obama, aunque tampoco renuncian a tirar de Felipe González, su tabla de salvación para atraer a su electorado más tradicional.
Es su intención sacar el máximo provecho del giro dado a la política internacional. El jefe del Ejecutivo, que se implicará a fondo en la contienda, cree que tienen mucho que ganar si contrapone su mayor logro, la consecución de un puesto en el G-20, con el de su antecesor, la buena relación con Estados Unidos a cambio del apoyo a la guerra de Irak; entiende que su sintonía con el nuevo líder mundial hará casi vergonzante el entendimiento con George W. Bush en la cita de las Azores y que el hecho de que los demócratas estén catalogados como progresistas crea una corriente de opinión favorable a su tendencia política.
Hace tiempo que los socialistas pusieron en marcha una estrategia para identificar al PP con los responsables de la crisis económica que asola el planeta. Y ahora, con Juan Fernando López Aguilar al frente, están dispuestos a convertir la campaña en toda una cruzada antiliberal en la que se asociarán los principios económicos de su principal adversario a los abusos cometidos en los sistemas financieros, los sueldos desorbitados de los directivos de banca o la evasión de impuestos en paraísos fiscales, y en la que defenderán que ha llegado la hora de la socialdemocracia.
«Explicaremos que lo que se decide en Europa, sí importa», remarca el cabeza de lista del PSOE.
La efectividad de este esfuerzo pretendidamente didáctico choca, aún así, con una realidad ineludible. Una de las claves para el resultado estará en la fidelidad y la movilización de los votantes, que no suele ser mucha. En las elecciones de 2004, votó el 45% del censo, la participación más baja en los últimos 30 años, y este índice no es previsible que cambie mucho, según los análisis de los estados mayores de los dos partidos. Un ex ministro socialista sostiene que en las europeas «sólo vota la hinchada más fiel, los irreductibles». Y en este terreno, el PP saca varios cuerpos al PSOE.