La vida es cuento...

NO le habría gustado al maestro Pereira renunciar al humor en estas horas de tristeza. Se reía de todo y, principalmente, de sí mismo. No daba tregua al desánimo. «Cuanto más dolor, más hay que reírse», decía. Le gustaba contar que se inició en la literatura por culpa de las dioptrías. Hay que agradecer que aquellas gafas gruesas convirtieron al hijo del ferretero de Villafranca primero en lector e, inevitablemente, más tarde, en un gran poeta y un gran cuentista. Sin duda, el propio Pereira es el personaje más literario de cuantos desfilan por sus libros. En Cuentos de la Cábila , donde el escritor se autobiografía sin crudeza ni dramatismo, demuestra que es un maestro del quiebro y de los finales inesperados. La vida podrá ser dura, grosera, miserable o cruel, pero su temperamento irónico y comprensivo acababa aflorando en todos sus cuentos, para trastocar la historia en un relato entrañable y poético. Lo dijo Juan Carlos Mestre a propósito de Pereira y citando a Erza Pound: «No se puede escribir un buen poema si no eres mejor que ese poema». El humilde maestro, tras sonrojarse, echó mano de su chispa y replicó: «Con lo que ha dicho el hijo del panadero, el hijo del ferretero se da por satisfecho»... Hizo de su vida un cuento maravilloso.