Diario de León

Los titulares de explotaciones venden las ovejas y los derechos a menores de 45 años que agrupan cantidad y tecnología

El ovino se jubila del campo leonés

Casi una cuarta parte de los ganaderos de este sector se han prejubilado en dos años

Una oveja de raza assaf en una explotación ganadera de la provincia

Una oveja de raza assaf en una explotación ganadera de la provincia

Publicado por
A. Caballero
León

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redacción

Se quedó con una cacha. Entregó hasta los cencerros, con las 280 ovejas que tenía, después de que le aprobaran la jubilación anticipada. Va para un mes que se levanta más tarde. Ya no hace falta estar en pie poco más allá de las siete de la mañana, buscar la tajuela y sentarse a ordeñar. Cuatro horas por delante; 200 litros a mano. Y por la tarde, otra tanda. Ahora, Melchor Merino Liébana, Chorín , está un poco más entre las mantas. Luego, se arregla, coge la cayada y pasea por Jabares de los Oteros. Hace tiempo por el campo, hasta la hora de comer, hasta la partida, como los otros 53 ganaderos de ovino de la provincia que la campaña pasada solicitaron la prejubilación. Como les pasará a los 58 que este año han cursado la petición. Casi una cuarta parte de lo que había hace poco más de dos años, cuando la caída de los precios acabó con las últimas reticencias de amor propio, de sentimiento de oficio, de resistencia a picar billete a un oficio que les había entregado el adn: venía del padre y el hijo cumplió con la tradición, le dio para vivir y tirar de la familia.

Pero la familia, un hijo y una hija, no han querido saber nada de las ovejas. «Mejor», sentencia Chorín, «sino me muero ahí en la majada, porque los que se jubilan y le pasan el negocio a los hijos no lo dejan nunca». «Los jóvenes de ahora están acostumbrados a otra cosa. No han tenido necesidad. Piensan que viene alguien por la noche y les hace las cosas. Pero el paisano, cuando son las once y el chaval no se ha levantado o no llega, acaba por coger el tractor y hacerlo él», apostilla Matías Llorente, secretario general de Ugal. Chorín, asiente. Por eso optó por echar los papeles y acogerse a la jubilación anticipada; con 64 años se jubiló y junto a él su mujer, Modesta García Muñoz, que se agarró a sus 58 años a que la ley permite que sean hasta tres personas por explotación para no olvidar a los que tienen mozo o un hermano que ha sido socio en penas y repartos. Vendieron el ganado y cedieron los derechos a un ganadero de menos de 45 años, como establece la legislación.

Un relevo diferente

Rondan los 40 años Ángel Fresno Caño y su hermano. Agricultores de toda la vida, sin herencia ganadera alguna. Le compraron el paquete a Chorín: ovejas y derechos; lo mismo que habían hecho con otras remesas provenientes de Valderas, Villamañán y San Juanico el Nuevo, en Zamora. Más de 420.000 euros de inversión en una nave a las afueras de Cabreros del Río y en la maquinaria para automatizar el ordeño; se acabó sacar la leche de las ubres a mano: las ovejas pasan por tandas y se colocan en la ordeñadora.

Van para un año en el negocio y acumulan cerca de 680 cabezas. Llevan la leche y los lechazos a la cooperativa de Covisurle y poco a poco el capital arriesgado vuelve. «Es para pasar el tiempo», bromea Ángel. No sólo son ganaderos, tienen además 125 hectáreas de cultivos: remolacha, cereales... «Este es el modelo que queda. Un modelo basado en el concepto tierra», analiza Llorente, que señala a los lados, en un radio de poco más de 300 metros, como hay otra nave reciente y una más en construcción que siguen el mismo esquema: agricultores que levantan una majada con cubierta, puertas abiertas para que el ganado entre y salga cuando quiera durante el día y un cercado exterior, en el que se habilitan dos líneas de cebaderos techados y llenos de pienso enriquecido; al lado, hectáreas por delante, como mandan los dictados de sanidad animal que se diseñan desde Bruselas. Menos explotaciones, pero con mayor profesionalización.

En su explotación de Cabreros del Río, mientras Ángel habla observan entre rumios las ovejas assaf: un raza resistente y de gran producción, que ha acabado por estos pagos con la churra y la castellana.

La selección de la assaf

Churras y castellanas eran las que tenía el padre de Chorín. Las que cogió él cuando en casa, a los 12 años, le dijeron que «con las vacas o con las ovejas». Desde bien pequeño salía con la vecera, a los campos de Jabares, pero prefirió la lana. Sólo la dejó «dos días»: uno que trabajó en Bilbao y otro en León. «¿Dónde voy yo si tengo eso ahí?», se preguntó. Y volvió al pueblo. Compró 150 ovejas assaf, porque las de su padre se habían vendido, y empezó su camino; por el mismo suco que venía su sangre.

El canal se le ha cortado ahora. Pero hasta aquí, la vereda no ha dibujado recodos. Una vida entera con los corderos al hombro y las ovejas bajo el costillar. Ganadero «de los auténticos», como le define Llorente, «de los que seleccionaban las buenas para criar cada año». «Las mejores se quedaban en casa», ratifica Chorín, que no conoce vacaciones ni fiestas de guardar que alarguen el puente. Abierto todo el año. La nave pegada a la casa, como era antes, como no se puede ahora. «Si el chaval hubiera querido seguir habríamos tenido que hacer una fuera del casco urbano», señala Modesta, que mira el vacío que se le ha quedado entre los ojos: el tractor al fondo, las portilleras contra la pared -”«ahora las usa para cercar el coche y que no se lo meen los perros», bromea-” y el tanque de la leche con la tapa retirada, como una boca que no ha acabado de saciarse.

El fin del pastoreo

El adiós de esta generación, la entrada del «concepto tierra» y la nave acondicionada, será también la claudicación del pastoreo: el paisano con la ahijada en la mano, el perro presto para avisar con la mordida en la pata a la oveja descarriada, camino adelante, y la tan manoseada sostenibilidad actual garantizada por lo que el ganado sacaba a diente. «No se me movía ni una», se jacta, como si hablara de un tiempo en blanco y negro. ¿Cuántas cachas ha partido? «Ni sé, una cada dos días. Iba a que me dieran la más fuerte. Incluso una vez traje una de esas que llaman rabo de toro. Imposible que la partas, me dijeron; pero un día, aquí en la nave, vi venir a una oveja de frente, directa a por mí, la arreé en la cabeza y se partió en tres cachos la cacha. Es que son muy tercas», se disculpa, sin saber si habla de las ovejas o de las cachas.

Casi es mediodía y pica como de tormenta. Hora del paseo. ¿Pero no lo echa de menos? «Cómo no», empieza a decir, pero se para. Mira a Modesta, luego al suelo, se frota los ojos con la manga del jersey, como si espantara las telarañas del sueño del ordeño de primera hora de la mañana, y da... la cayada por respuesta.

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