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Pastores de Los Oteros alertan de un repunte de la plaga, pero la Administración lo descarta

Publicado por
M. Romero
León

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villaornate | castrofuerte

«En enero, en esa alfalfa había más topillos que el año pasado», asegura Narciso Ferreras, pastor de Villaornate. Habla de un reservorio natural ubicado a unos dos kilómetros del pueblo donde el rastro del topillo campesino (microtus arvalis) es más que evidente. «Y no es el ratón de campo de toda la vida», añade. La tierra a la que se refiere es propiedad del también pastor Bernardo González Fernández. «Esos desgraciados me lo tienen todo arado. Son unos mamones. El año pasado había, pero yo no vi ni uno. Pero este año he visto muchos. Me lo tienen todo minado», explica mientras ordeña las ovejas. «Menudo lío, los mamones», repite.

En el mes de febrero, Bernardo lanzó un aviso a los responsables de la Cámara Agraria Provincial y al Servicio Territorial de Medio Ambiente sobre lo que él considero una excesiva presencia de topillos en sus tierras. Aproximadamente un mes después, técnicos de la Junta concluyeron tras visitar los cultivos que los parámetros medidos y sus resultados no justificaban aplicar tratamientos con veneno. Fuentes consultadas aseguran que la Administración trabaja con la previsión de que se produzca una nueva explosión demográfica de topillos «dentro de cuatro o cinco años» y descartan toda posibilidad de que exista una reproducción de la plaga tan aceleradamente, como sostienen los pastores de Villaornate.

Miedo a una reacción tardía

«Se ve lo de siempre, no es lo del 2007, desde luego», opina Luis Fernández González, de Castrofuerte. Asegura que la percepción que ha quedado entre los agricultores de la zona es que la Junta «llegó tarde y cuando llegó, la plaga se acabó por sí misma». «Se tiró mucho veneno, pero jamás vimos un ratón muerto. O se morían en las madrigueras o se los comían otros animales o no morían», especula. En estos pueblos es normal escuchar a la gente decir que la Junta «se tomó todo esto a chirigota y ésa fue la causa de que después todo quedara plagado».

Eso sin contar el pico de casos de tularemia registrados en los pueblos afectados por la plaga, una enfermedad que pudo haber alcanzado el carácter de epidemia y de la que no han trascendido datos oficiales. Fuentes extraoficiales calculan que se llegaron a diagnosticar más de 500 casos en humanos en las provincias más perjudicadas. «En este pueblo -”Castrofuerte-” hubo dos casos», recordó Luis Fernández. Y algo parecido ocurrió en los alrededores. «Todo esto nos debería servir para aprender y, cuando vuelva la plaga, poner un remedio desde el principio», exigió el sindicalista Matías Llorente.

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