El Museo de León custodia los restos, aún en fase de estudio
El Museo de León custodia en sus almacenes los restos óseos exhumados en noviembre del 2006 en la caverna de Valdelugeros. Su historia no es un capítulo cerrado. Las investigaciones para conocer la realidad humana de los dos individuos depositados por su grupo en sendas repisas de esta cueva siguen adelante. Se están abordando desde muy diversas disciplinas y todas ellas orientadas a esclarecer las numerosas dudas que gravitan sobre el hallazgo de los esqueletos más antiguos hallados en León. Según los datos que maneja el Servicio Territorial de Cultura de la Junta en León, los informes serán presentados públicamente antes de que finalice el año, incluso ya se ha planteado una estrategia informativa para entonces, dada la importancia de las aportaciones que se presupone al costoso trabajo desarrollado durante los dos últimos años.
El equipo que trabaja sobre los restos ha solicitado en varias ocasiones permisos para realizar pruebas concretas sobre los huesos, pero también sobre otros restos arqueológicos asociados a los esqueletos, como los fragmentos de madera carbonizada encontrados en la repisa sobre la que fueron encontrados o la arcilla roja que podría ser una materia colorante y que se encontraba en los dos individuos.
Los restos antracológicos (madera quemada) eran más abundantes en el caso de Braña 2 y actualmente se encuentran en proceso de estudio.
Ocre bajo los esqueletos. La arcilla rojiza, por otro lado, fue sometida a un análisis geoquímico y mineralógico que confirmó que se trata de un material muy rico en óxido de hierro (hematita), por lo que inicialmente se ha interpretado como restos de ocre.
La presencia de ocre y la ausencia de una inhumación de los cuerpos como tal hacen de este hallazgo algo excepcional, ya que son dos rasgos poco frecuentes en los enterramientos mesolíticos. El caso conocido con más similitudes es el de la cueva de Tito Bustillo (Asturias). Los enterramientos de carácter primario que aparecen en la región cantábrica en esa época eran inhumaciones en fosa, a excepción de Tito Bustillo y La Braña-Arintero. En ambos casos, los cuerpos se encontraban sobre la superficie del suelo de la caverna cerca de la entrada original, descansando sobre un colorante rojizo. Junto a los casos de los individuos de Molino de Gasparín (Asturias) y el aziliense de Los Azules -"en el extremo occidental de Pirineos-", no se conocen más referencias sobre la presencia de algún colorante sobre el resto de individuos mesolíticos.
Los investigadores recalcan en su informe preliminar que se ha comprobado empíricamente la presencia de ocre entre los sedimentos que acompañaban a los dos individuos. Pero al margen de los caninos de ciervo, no cuentan con otro tipo de artefactos asociados a los esqueletos que ayuden a integrar este hallazgo en un contexto cultural más específico, por lo que todas sus interpretaciones se basan, de momento, en las dataciones del Carbono 14, para ellos «concluyentes».
Primer ejemplo funerario. En el contexto del Mesolítico de la región cantábrica, La Braña-Arintero constituye, por tanto, la primera evidencia funeraria en la vertiente orientada hacia la cuenca del Duero, lo que en opinión de los investigadores «cambia la perspectiva» acerca del supuesto vacío de restos humanos entre el Paleolítico superior y la aparición de los primeros grupos sedentarios en el Neolítico.
La mayor parte de los restoshumanos mesolíticos encontrados en enterramientos primarios están asociados a lugares de hábitat, algo que en el caso de la caverna de Valdelugueros no ha podido ser verificado. De ser así, se trataría de una cueva de uso exclusivo sepulcral. Hay que recordar que uno de los sujetos de La Braña-Arintero apareció rodeado de una acumulación intencionada de bloques calcáreos que delimitaban, pero no cubrían, el esqueleto.