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El hallazgo se relaciona con los grupos de cazadores que llegaron a dominar el macizo

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León

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La ubicación del hallazgo en un ambiente intramontañoso se pone en relación con la caza especializada de especies como el rebeco y la cabra montés y avala lo que los investigadores denominan la conquista de los macizos montañosos, provocada por la mejora climática y la diversificación de las estrategias de subsistencia. La ocupación de la alta montaña ya se conocía en la vertiente leonesa de Picos de Europa, con casos como la cueva de La Uña (Aziliense) y El Espertín (Mesolítico), y en el resto de la región cantábrica en general, pero también en Pirineros, en los Alpes italianos y suizos y en la región francesa del Ródano-Alpes, interpretándose en ocasiones como un modelo de nomadismo vertical.

Según afirma el informe preliminar sobre el hallazgo, estos grupos denotan un buen conocimiento de esta zona de la cordillera, ya que su ubicación se encuentra en un conjunto de valles secundarios a gran altura, que en algunos casos se encuentran cerca de alguno de los pasos naturales con la vertiente asturiana. La localización de la cueva de La Braña-Arintero en la vertiente meridional conlleva, en opinión del equipo que ha investigado los restos, una serie de implicaciones sobre el dominio territorial de estos pueblos, con una presumible movilidad hacia el norte, por un lado, y la cuenca del Duero, por otro.

En la región Cantábrica se conocen once sitios que han proporcionado restos humanos mesolíticos: siete están relacionados con estructuras funerarias primarias y cinco con hallazgos aislados, según el censo de los historiadores Pablo Arias Cabal y Esteban Álvarez Fernández En ambos casos, los restos se asocian a lugares de hábitat.