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ETA asesina con una bomba-lapa a un inspector de Policía experto en la lucha antiterrorista

Un testigo relata como el agente gritaba «sacadme de aquí», pero no se podía hacer nada porque todo estaba completamente en llamas.

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Colpisa

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El inspector de Policía Eduardo Antonio Puelles García falleció en torno a las 9:05 horas de hoy al estallar una bomba-lapa colocada en los bajos de su vehículo, que había permanecido durante la noche en un aparcamiento del barrio de Santa Isabel de la localidad vizcaína de Arrigorriaga, colindante con el barrio bilbaíno de La Peña. Nadie duda de la autoría de ETA, porque todo el mundo temía que la organización terrorista no pararía hasta presentar al nuevo gobierno vasco, el primero no nacionalista, una tarjeta de visita en forma de atentado mortal.

La fecha elegida fue el vigésimo segundo aniversario del atentado contra el centro Hipercor de Barcelona, en el que fallecieron 21 personas. Y la víctima, un inspector del Cuerpo Nacional de Policía, de 49 años y natural de Baracaldo (Vizcaya), destinado en la Brigada de Información provincial y especializado en la lucha antiterrorista como jefe del Grupo de Vigilancias Especiales, encargado de los seguimientos a presuntos terroristas.

La sede de su unidad se encuentra en la comisaría de Indautxu (Bilbao), y hacia allí se dirigía cuando subió a su vehículo particular, un Citröen C-4 que había dejado la noche anterior en aparcamiento al aire libre próximo a su domicilio en la calle Olatxu de Arrigorriaga, una zona limítrofe con Bilbao que ya ha sido escenario de varios atentados de ETA contra miembros de las fuerzas de Seguridad. El parking, de medio centenar de plazas, carece de medida de seguridad alguna, pese a las quejas de los usuarios por los habituales robos que allí se comenten.

Según las primeras indagaciones, apenas logró mover su coche, marcha atrás, unos centímetros. De inmediato, estalló una bomba-lapa que debió contener en torno a 1,5 kilogramos de un explosivo aún por determinar, aunque algunas fuentes policiales apuntan el amonitol. Los expertos que analizaron el lugar del atentado creen que el artefacto debía estar colocado en la parte trasera, cerca de la zona del depósito de gasolina. Ello explicaría que un agente experto no lo detectase, que la deflagración provocase el rápido incendio del coche y que las llamas afectasen a otros cinco turismos aparcados en las plazas colindantes.

Estos mismos expertos creen que se trata de una bomba-lapa activada mediante un sistema de detonación al movimiento por mercurio. Por eso el inspector pudo arrancar su coche sin problemas, y por eso la deflagración se produjo en cuanto un ligero movimiento de volante provocó un cambio de nivel en el vehículo.

Terrible relato

Alejandro es un vecino que junto a su mujer trataba de acceder a su vehículo, aparcado en las proximidades, cuando le sacudió el estallido. Su relato es terrible. Vio el coche afectado, corrió hacia él y oyó los gritos de la víctima, que pedía ayuda, pero las llamas hacían imposible cualquier intento de aproximarse. «El coche estaba arrancado, ha querido salir y de repente ha estallado, lo único que hemos sentido ha sido chillidos y chillidos», recordaba horas después todavía demudado. «El policía gritaba 'sacadme de aquí', pero no se podía hacer nada porque todo estaba completamente en llamas», repetía nervioso, y reconoció que su primer impulso fue sacar a su mujer de aquel infierno.

Ramiro Suárez, también vecino del barrio, paseaba a su perro por la calle que sube hasta el aparcamiento cuando se produjo la deflagración, «un estallido seco». «Si llego a estar un poco más arriba, me mata», señaló nervioso, y narró que, pese a que la fuerte explosión le dejó «atontado» unos diez minutos, «sabía que era un atentado desde el primer momento», y que en cuanto recuperó el control de sus actos dio avisó a la Policía Municipal.

Los servicios médicos que acudieron al lugar del atentado tampoco pudieron acercarse al vehículo. Los bomberos lograron apagarlo sobre las 10 horas. Para entonces, en su interior sólo quedaba un cadáver calcinado. Las placas del turismo, 'reservadas' por ser un agente de Policía dedicado a la lucha antiterrorista, hicieron pensar pronto a los responsables policiales de Bilbao que se trataba de Puelles García, y varios de sus compañeros y superiores le llamaron con insistencia a su teléfono móvil, sin éxito. Sin embargo, la habitual prudencia en estos casos frenó cualquier especulación sobre la identidad de la víctima hasta que su propia esposa, alertada por el revuelo que el atentado había provocado en el barrio, se acercó al lugar y confirmó que la víctima era su marido. Sólo entonces, el consejero vasco de Interior, Rodolfo Ares, compareció ante los medios para informar de la identidad del agente fallecido.

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