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ETA fracasa en Burgos y no logra una matanza

La banda copió una matrícula real para que la furgoneta no fuese detectada

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PAULA DE LAS HERAS | burgos
León

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ETA quiso cometer una matanza en el edificio que alberga la casa cuartel de la Guardia Civil de Burgos, mediante una furgoneta-bomba cargada con más de 200 kilos de explosivo. Pero falló. La banda criminal puso todo de su parte para asesinar a las 117 personas que dormían en su interior, los agentes, sus parejas y 42 niños, pero las medidas de seguridad, el hecho de que la mitad del inmueble estuviese deshabitado por vacaciones y, sin duda, el azar evitaron que la tremenda explosión lograse el objetivo de los terroristas.

Minutos antes de las cuatro de la mañana, sin previo aviso, la Mercedes Vito de los terroristas estalló, con un ruido atronador, pulverizó la fachada de catorce pisos de la casa cuartel y no dejó ni un cristal o un marco intacto en los inmuebles cercanos. Cuando comenzó a disiparse el humo, se podían ver desde la calle decenas de habitaciones de las catorce plantas al aire y un cráter de siete metros de diámetro y uno y medio de profundidad en el lugar donde estuvo aparcado el coche bomba. La explosión fue tan violenta que los restos calcinados, troceados y retorcidos del vehículo se localizaron horas después a unos 90 metros de distancia del punto de estallido.

El atentado, que tenía todos los ingredientes para haberse convertido en una masacre indiscriminada, se saldó con grandes pérdidas materiales, pero tan sólo con 64 adultos y niños heridos leves por cristales o pequeños impactos. La mitad de los lesionados son familias de la Guardia Civil y la otra mitad de vecinos de dos edificios cercanos, que también tuvieron que ser evacuados. Entre los heridos hay seis menores y dos mujeres embarazadas.

Plantas desalojadas. La propia Guardia Civil no fue ajena al fracaso de los terroristas. Las dos plantas inferiores de la casa cuartel, las más dañadas con diferencia del inmueble, las que recibieron de lleno toda la violencia del explosivo, estaban desalojadas desde hacía casi una semana. La razón era simple: el Ministerio del Interior había pedido extremar al máximo las medidas de seguridad ante la sospecha de que ETA se disponía a iniciar una campaña de grandes atentados con potentes coches-bomba. Otros dos hechos ayudaron también a minimizar los efectos del bombazo, según fuentes de la investigación. El primero, las vacaciones, que hicieron que más de la mitad de las 90 familias que ocupan el inmueble estuviesen fuera de Burgos. El segundo, la construcción del edificio, con cimientos y esqueleto fuertes -” recientemente reforzados-” pero fachadas y tabiques blandos, que cedieron ante la explosión y ayudaron a amortiguar el efecto devastador de la onda expansiva, que pasó a través del edificio.

Su objetivo evidente era causar el mayor número de muertos posible, por eso los terroristas cargaron el vehículo con varios centenares de kilos de explosivos, lo situaron lo más cerca posible de la casa cuartel y programaron el artefacto para estallar de madrugada, con los pisos llenos de gente y sin previo aviso. Los terroristas copiaron la matrícula de la furgoneta de otra idéntica que hay en Burgos para evitar que fuese detectada antes de la explosión, aunque permaneció catorce horas junto al cuartel.

La especial crueldad de los terroristas cuando su objetivo es la Guardia Civil y sus familiares es indiscutible. Tras la devastadora explosión, a la mente de buena parte de los burgaleses vinieron los atentados de los ochenta contra los cuarteles de Zaragoza y Vic (Barcelona), o el más reciente de Santa Pola.

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