Diario de León

El ex ministro de Cultura deja también el escaño en el Congreso

Es el segundo ex responsable del Gobierno de Zapatero, después de Jordi Sevilla, que abandona su puesto en la Cámara Baja

César Antonio Molina, en una imagen de archivo.

César Antonio Molina, en una imagen de archivo.

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colpisa | madrid

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Primero abandonó su escaño en el Congreso el ex ministro de Administraciones Públicas Jordi Sevilla, y ayer siguió su camino el ex titular de Cultura Cesar Antonio Molina. El ya es diputado por La Coruña remitió una carta al presidente del Congreso, José Bono, y al portavoz del PSOE en la cámara, José Antonio Alonso, en la que comunicó a ambos su decisión.

Molina, a diferencia de Sevilla, abandona la política con todas las de la ley y entrará su actividad profesional en las tareas docentes combinadas con la literatura. El ex ministro de Cultura, que antes de llegar a ese departamento presidió el Instituto Cervantes, fue destituido por el presidente del Gobierno en la remodelación del gabinete de abril último, cuando fue sustituido en la cartera por la entonces presidenta de la Academia de Artes Cinematográficas, Ángeles González-Sinde.

Sólo quedan dos. De esta forma, sólo quedan dos ex ministros de la última crisis que mantienen su acta de diputado, los ex responsables de Economía, Pedro Solbes, y de Justicia, Mariano Fernández-Bermejo. Fuentes socialistas dan casi por seguro que el ex vicepresidente también dejará su escaño en las próximas semanas.

Hay dirigentes socialistas que atribuyen esta tendencia de Zapatero a prescindir de quienes fueron sus compañeros de armas de los primeros momentos a una especie de presidencialismo personalista que conduce a «borrar las huellas» de los inicios, a dejar fuera de la escena política a quienes mejor le conocen.

Sevilla fue el primero del núcleo duro del zapaterismo que deja la política, pues ha tenido la suerte de recibir una oferta, mientras otros compañeros suyos no y se aferran a lo que tienen.

Mas no es el único de los fundadores que ha tenido que atravesar el desierto. Jesús Caldera, amigo personal de Zapatero y uno de los catalizadores de Nueva Vía, siempre pensó que tenía méritos y condiciones para ser vicepresidente, pero se quedó en ministro de Trabajo y, encima, vio su contrato rescindido tras la primera legislatura. Mantiene un asiento en la ejecutiva del PSOE y es el encargado del laboratorio de ideas del partido, pero su estrella se extingue. Juan Fernando López Aguilar, otro de los que embarcó en la aventura desde el primer momento, tuvo que dejar a regañadientes el Ministerio de Justicia para competir por el Gobierno canario.

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