Diario de León

Informe | A. Gaitero

El cuerpo acaba pagando la factura

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Cuidar a una persona dependiente requiere, según los casos, una dedicación intensa que varía de cinco a once horas diarias, aunque en la mayoría de los casos «el cuidador está pendiente a veces las 24 horas del día», señala la profesora de la Univesidad de Barcelona, Inmaculada Úbeda que acaba de presentar una tesis doctoral sobre los cuidados familiares a las personas dependientes.

El estudio apunta las principales consecuencias sobre la calidad de vida de los cuidadores familiares. Así, más del 50% presentan dolores de espalda, cansancio, ansiedad, impotencia, disminución del tiempo de ocio, alteraciones del sueño y de la vida familiar. Manifiestan tener menos relaciones sociales (aislamiento, soledad), alteraciones en la economía y trabajo.

También se desprende de esta tesis doctoral que «la percepción de salud es peor en el caso de las personas que cuidan a familiares con alteraciones en la salud mental o con enfermedades neurodegenerativas». Si los problemas de salud percibidos por los cuidadores son mayores cuanto más dependiente es su familiar, la falta de ayuda se traduce en mayor ansiedad por parte de los cuidadores.

La dificultad para «compatibilizar las tareas de cuidado con la realización de un trabajo remunerado» es evidente. En la mayoría de los casos «abandonan temporalmente o definitivamente el trabajo remunerado», indica.

Inmaculada Úbeda ha estudiado las experiencias y vivencias de los cuidadores de personas con procesos de larga duración. «Sienten inseguridad, ansiedad y temor a la hora de realizar actividades que requieren competencias técnicas como la aspiración de secreciones, el control de la medicación, etc.».

Las repercusiones sobre la calidad de vida de las personas cuidadoras no han merecido hasta hace poco atención por parte de las políticas públicas, comenta la profesora. Primaba el «sálvese quien pueda» y «los recursos destinados al soporte familiar para cuidar a su familiar dependiente eran muy escasos».

Para Inmaculada Úbeda, «con la aprobación de la Ley de la Dependencia se han creado unas expectativas y reconocido unos derechos de las personas dependientes y de sus familias que requieren de una ayuda para afrontar el cuidado de la persona dependiente».

Salir de la invisibilidad. Cuando menos, indica, la aplicación de esta ley debería contribuir a que los cuidadores «pierdan su invisibilidad y se ponga de manifiesto su labor y sus necesidades de atención». La profesora ve necesario que los profesionales «adopten un posicionamiento ante los cuidadores familiares, con una visión de cliente o usuario y no únicamente como un recurso o para evitar el consumo del sistema sociosanitario», explica.

La autora demanda una «actuación temprana» sobre las personas dependientes y sus familiares cuidadores, antes de que la situación se haga inostenible. En su tesis, Úbeda sugiere que se realice una mayor dotación de los servicios sanitarios, especialmente de enfermería, en Atención Primaria cara a aumentar el peso de la atención domiciliaria y flexibilizar sus horarios y actividades.

Una mejor atención a los cuidadores requiere también, según Úbeda, «actividades de promoción de la salud y educativas sobre actitudes y habilidades que conduzcan a un mejor manejo de la situación de cuidados». «Esta formación les permitiría afrontar con mayor confianza y seguridad los cuidados a prestar a su familiar», agrega.

Por último ve importante «formar al cuidador para que sea capaz de autocuidarse: disponer de una buena condición física y emocional, que sepa identificar síntomas de sobrecarga, afrontar sentimientos negativos y saber pedir ayuda», concluye.

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