Esther Gallego: «Sólo damos un empujoncito, el éxito depende de cada persona»
Cada caso que llega al servicio de rehabilitación integral es diferente. Pero hay una cosa clara: «Sólo intervenimos a nivel rehabilitatorio, nunca a nivel clínico», algo que advierten siempre porque a veces las personas «llegan con las expectativas muy altas», aclara Esther Gallego.
Oftalmólogos y optometristas de baja visión comprueban, primero, que las personas candidatas tengan una agudeza visual igual o inferior a un décimo en la escala de Wecker o un campo visual disminuido a diez grados o menos. De hecho, sólo quienes cumplen estos requisitos pueden afiliarse a la Once.
El plan individualizado de atención determina las intervenciones a realizar por el servicio de rehabilitación o el resto de la red social y su equipo multidisciplinar (apoyo al bienestar social básico, comunicación y acceso a la tecnología -”braille y tiflotecnología o tecnología aplicada a la ceguera-”, atención educativa, apoyo al empleo, apoyo psicosocial y ocio y tiempo libre.
Cada vez son más las personas que acuden con baja visión y menos las ciegas totales. En el año 2000 se creó el aula de entrenamiento de personas con baja visión y así nació el servicio de rehabilitación integral.
La atención es individual,pero hay actividades grupales que agilizan las listas de esperan y favorecen el proceso de aceptación de la ceguera. Los programas son flexibles, pero el «éxito depende de cada persona», advierte la rehabilitadora. «Nosotros sólo le damos el empujoncito pero la persona podrá alcanzar su meta sólo si se lo propone seriamente», agrega. No obstante, es clave su papel para «desarrollar la confianza» de las personas que acuden al servicio, especialmente a las personas de avanzada edad para que «aprovechen al máximo su baja visión».