Diario de León

Sánchez Carralero: «La pintura también tiene su gramática propia, su estructura»

La asistencia a la última jornada del congreso también fue nutrida.

La asistencia a la última jornada del congreso también fue nutrida.

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e. gancedo | león
León

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Sólo con que el presentador mencionase, al leer su currículum, la palabra «pintor», se daba por satisfecho José Sánchez Carralero. Eso es ante todo y sobre todo («lo demás sobra», dijo), pero también es maestro y orador que ayer desplegó, en la conferencia de clausura del congreso, un caudal de datos, emociones y sensaciones que hicieron de su intervención algo táctil, cercano, comprensible y perfectamente humano.

El pintor cacabelense buceó en la relación existente entre pintura y literatura, y no halló más que similitudes y conexiones, en cuanto artes que son. Y es que, «como humanos, estamos obligados a pensar», comenzó. Apoyándose en su experiencia personal, en sus recuerdos, Sánchez Carralero bosquejó su biografía como artista deteniéndose en hitos pictóricos concretos que iban ilustrando cuanto afirmaba.

Aprender a mirar. Palabra y trazo, «lenguaje son, en suma», dejó dicho, y lo mismo que el joven pintor busca el escorzo y no lo encuentra, y ha de experimentar una y otra vez, y beber de los que saben, «porque nadie nace siendo genio», lo mismo le ocurre al literato novel. El caso es «ir modelando el magna psicológico con el que nacemos», constató, y depurar las líneas y los términos sin cesar. Además, «no hay obra de creación que no sea producto de la vivencia, sea ésta directa o regurgitada», por eso es importante «aprender a mirar», lo cual, aseveró, «no es cosa fácil».

Sus primeros y esforzados autorretratos, aquellos rápidos dibujos en los que quedaron plasmados célebres personajes de las bodegas del Bierzo, ese abuelo que le decía «levántate nietín, que la casa es la cárcel, la cama es la caja, el sueño es la muerte», y que también dejó inmortalizado en sus primeras pinturas, se deslizaron por las proyecciones que el artista llevaba preparadas.

«Primero se pinta lo inmediato -”hizo ver-”. Y, poco a poco, se va pasando de lo asible a lo infinito», una «tendencia natural» fruto de esa inclinación tan humana por «querer hacer el mundo nuestro», comportamiento común a todas las artes.

Artes que buscan atrapar la esencia de las cosas y los seres. «La agarra o no, es así. Es algo que va más allá de un inventario de cosas. Puedes decir: -˜He pintado ese árbol con todas sus hojas, esas nubes como son, ese cielo azul-™, pero sabes perfectamente si has conseguido atrapar el paisaje o no», se sinceró.

El caso es que no se trata de plasmar ese paisaje tal cual, sino la propia mirada del artista (llamó a la pintura «mentira mágica»), es decir, de aplicar lo que llamó el «fantasma subjetivo» a la cosa en sí y, sobre todo, de ser «sincero y coherente con mi propio lenguaje». Para Sánchez Carralero, el hecho de pintar o de escribir surge de la necesidad de dar «vía libre a las tensiones» «por la vía del pensamiento y de la creatividad».

Tomando minúsculas porciones de obras suyas, se preguntó cómo una simple mancha puede corresponder a un ojo, y además a un ojo concreto, el de alguien concreto («ni el propio artista comprende eso», desveló), y negó categóricamente esa máxima de que «cuanto más abstracto, mejor». El final resultó conmovedor, al pasar el artista la grabación que había quedado fija en su contestador autómatico con la inconfundible voz de Antonio Pereira agradeciéndole (y además analizándolo exhaustivamente) el retrato que le había hecho. «Aparte de ser un buen retrato, es un buen cuadro», decía el maestro.

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