Las «cajas rojas» atesoran la vida cotidiana de la provincia
Los 2.800 documentos de literatura «gris» que guarda la biblioteca regional en las que se conocen en la casa como las «cajas rojas» son una de las singularidades de la biblioteca que lleva el nombre de Mariano Domínguez Berrueta.
Un centenar de cajas atesoran folletos de la más diversa índole, desde programas de fiestas de los pueblos que ilustran cómo se organizaban los festejos en el pasado reciente hasta las primeras guías telefónicas que hubo en la provincia, la memoria de anual de la Sociedad Española de Fomento del Lúpulo o el catálogo de moda de la desaparecida empresa Tilsa, que escogió la Catedral y San Marcos en plena década de los setenta para hacer posar a sus modelos con las novedades de la fábrica.
«Es una riqueza que de forma casual se puede adquirir sólo en librerías de viejo y que son historia viva de León», señala Roberto Soto mientras muestra un ejemplar del programa inaugural del Teatro Emperador en 1951, un folleto que aquel día pasó por muchas manos y al día siguiente acabó en la papelera de muchas casas.
Además, la biblioteca cuenta con bibliografía desde el siglo XVI y alberga los restos de la biblioteca del Monasterio de Carracedo, que recientemente han sido trasladados desde el Bierzo. A lo largo de su historia también ha adquirido valiosas copias de beatos, como el de las Huelgas del siglo XIII, de estilo gótico, o el facsímil de la Biblia de San Isidoro, cuya obra original data del siglo VIII y es de estilo mozárabe. «Los beatos son la gran contribución del Reino de León a la cultura entre el siglo VIII y el XIII», señala el jefe de la biblioteca. Mapas, la colección Archivos Leoneses, los diccionarios geográficos, los catastros, las guías de la provincia, la revista Tierras de León, los boletines históricos, estudios e informes de la Diputación... la biblioteca regional es un pozo casi sin fondo de la vida de la provincia.
Su riqueza es especialmente valiosa en obras anteriores a 1958, año en que se crea el depósito legal y se convierte en obligación de las editoriales la entrega un ejemplar de cada publicación a las bibliotecas públicas del Estado.