La sombra de las voces

Programar una ópera como Imeneo, de Haendel, en un Auditorio de provincias es siempre un acontecimiento a tener en cuenta, debido a lo infrecuente. La especie de ópera-oratorio que es Imeneo tiene entre otras virtudes, que son muchas, algún defecto de forma y de estructura que casi cuatrocientos años después de su estreno resultan un tanto anacrónicas. Desde el tipo de voces, tres sopranos y un barítono, junto a un contratenor -al no existir los castratos, para quien fue escrita esta singular partitura-. Más apta para épocas dieciochescas que para este siglo, , la versión que La Ópera de Cámara de Varsovia presentó anoche en León fue todo pulcritud, buen hacer y conocimiento del medio, aunque algunas voces pecaron de demasiado encorsetadas para lo que en realidad necesitaba el papel. Decorados, funcionales y puesta en escena muy al uso, la orquesta muy bien dirigida por stefan Sutkowsky mantuvo en todo momento el equilibrio entre las voces, sin sepultarlas y dejó al buen hacer de los cantantes el resto. Más que una comedia Imeneo es una tragedia, en la que se advierten numerosos ecos de El Mesias. A pesar del escaso material, la obra es modesta y está escrita para dos oboes, cuerdas y continuo, con tres sopranos y dos bajos, Haendel supo aprovecharlo al máximo utilizando los instrumentos en diferentes combinaciones. El oboe toca sólo o acompañado por el violín, mientras que algunas arias implican a todos los instrumentos doblando sus voces, un concepto original cuya finalidad es la de producir efectos sorpresivos. Un bonito espectáculo que quedó algo trasnochado por el tipo de obra y la temática de la misma.