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Centenares de coches destrozados

La segunda parte de esta trama sobre carreras ilegales crece en espectacularidad

La segunda parte de esta trama sobre carreras ilegales crece en espectacularidad

Publicado por
Miguel Anxo Fernández
León

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Hace un par de años, una serie B de lujo, ruidosa, con fuerte olor a gasolina y mucho hip hop en su banda sonora, de título A todo gas, soprendió a las taquillas de medio mundo y lanzó al estrellato a un actor de fuerte presencia física pero limitados recursos dramáticos: Vin Diesel. 250 millones de euros en todo el mundo lo convirtió en un negocio redondo para la productora. Surge ahora A todo gas 2, pero esta vez sin Diesel, que pedía 20 millones por mostrar su jeta otra vez al volante de su coche trucado. Al que sí convencieron fue a Paul Walker, el policía de la primera, que deberá hacer méritos para recuperar la placa que entonces había perdido, infiltrándose en el complejo mundo de las carreras automovilísticas clandestinas, quemando asfalto a más de 200 kilómetros por hora y teniendo por circuito el asfalto de la ciudad. Al parecer es una actividad bastante extendida en Estados Unidos. Filmado en otoño del pasado año en numerosos exteriores de Florida, Orlando, Cabo Cañaveral y Hollywood, entre otros lugares, sus ingredientes insisten en recurrir a la gasolina y al hip hop para aderezar una trama que busca impactar al consumidor juvenil. Encargaron dirigir la orquesta a quien hace dos años fue saludado como el Spike Lee de la Costa Oeste y al final se quedó en realizador coyuntural: John Singleton, que soprendiera con su ópera prima Los chicos del barrio. El director previsto, que ya realizara la primera entrega, era Rob Cohen, pero renunció a retomar las cámaras ante la negativa de Diesel. Entre las anécdotas a destacar está la de la secuencia final; necesitaron dos centenares de coches, de los que un tercio terminaron destrozados.

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