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Donde mueren las palabras
¡Para haberse matado! , que diría un castizo después de escuchar esta inconmensurable obra haydniniana que mantiene al oyente en un puño durante casi dos horas, atrapado por la belleza de unos coros, unos solistas y una orquesta que estuvieron más que correctos y supieron mantener la atención de los numerosos aficionados que llenaban el Auditorio ayer noche como despedida de lo que ha sido una temporada modélica que será difícil de igualar en futuras ediciones. Alejandro Posada imprimió un tempo vivo sin llegar a ser premioso, lo que otorgó a la cuerda la oportunidad de ser solemne arropada por el viento y buscando el efectismo de la disonancia. No pasó, sin embargo, de hacer una lectura correcta que mantuvo el equilibrio pero le faltó tensión. El Orfeó Catalá volvió a dejar esa impronta de claridad ganada a base de empaste, redondez y afinación, tanto en los pasajes solistas como acompañando a las voces. Brillante el coro en el Stimmtandie Saiten y preciosista la orquesta hasta la entrada in crescendo del majestuoso metal. Espléndidos los solistas, especialmente la soprano y el barítono, de voces bien timbradas y mejor impostadas, sobre todo en los tríos. El tenor José Ferrero lució una cuidada técnica y una bonita voz aunque a veces se le hubiera pedido un poco más de «squillo». Tal vez su mejor baza fue el recitativo Aus Rosenwolken, en que tenor y flautas se vuelcan en una alternancia de juegos tímbricos delicada y hermosa. La soprano, Elena de la Merced, mostró su buena voz en el aria Mit Staunersiech Wunderwek y su cuidado fraseo y su exquisita dulzura volvieron a dejar patente su precioso timbre, que culminó en un final de concierto electrizante. Un excelente concierto de fin de temporada.