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Canela derramada
Un inusual concierto de violín, guitarra, baile y cante flamenco, fue el que propuso el domingo pasado en el Auditorio, Ara Malkian (violín), José Luis Montón (guitarra) y Ana Salazar (baile y cante), dentro del Festival de Música Española. Algunos de las canciones populares que Lorca armonizó para La Argentinita, como la archiconocida Tarara , más otros temas de incuestionable raíz flamenca, pasados por el tamiz del arte de Montón y Malikian, y encaramados en la voz rota y el baile limpio, sin artificio, de Ana Salazar, con esa raíz trianera sin más hilazón que la yuxtaposición de palos flamencos y frente abierta hacia las estrellas, fue todo un puro derroche de líneas curvilíneas, de caderas y de braceo, que contagió por igual a pies y a cuerpo. Rasgueo de guitarra, puntazo de tacón, escalas de violín, palmas al compás, brazos adelante y la bulería rompe la noche haciendo que el arte se masque en cada esquina. Todo en la noche fue duende, desde ese violín mágico del armenio hasta esa guitarra de fuego de Montón, ambos rezumando aflamencamiento hasta lo indecible mientras el eco de Tarara sobre el violín marca el cénit de la fiesta. La voz derrama canela en los estribillos. Cante sereno, diálogo de cuerdas. Figura, cuerpo, desquites. La luz disminuye, la música se corta con un solo golpe de brazo o un punzante disparo de tacón y el violín de Ara mantiene la nota suspendida como un trazo de uña sobre un cristal. Aún hay tiempo para la bulería, para el juego de las formas, rasgueo limpio de guitarra y manantial vivo de ritmos. La música se ahoga mientras el tacón se clava buscando los centros. Estilismo puro que deja el compás suspendido en la intinitud.