| Crítica | Cine |
La resurrección de Demi
Asombra la falta de escrúpulos en materia comercial del gigante fílmico norteamericano, la llamada «fábrica de sueños» vuelve a ofrecernos otra ración de cine marcada por la total ausencia de riesgo, compromiso y novedad. Queda claro, una vez más, que al espectador medio le basta con asistir a una auténtica traca de efectos especiales para salir satisfecho de la sala de proyección. Porque eso, y no otra cosa, es la continuación de «Los ángeles de Charlie»; una sucesión de espectaculares planos en los que las aguerridas protagonistas, Cameron Díaz, Drew Barrymore -avispada productora de la serie- y Lucy Liu, muestran su dominio en las artes marciales, el baile, el manejo de motos, y las tablas de surf, al ritmo que marca una banda sonora tan trepidante como aburrida. El realizador de la película muestra su sabiduría en el campo del vídeo-clip haciendo frente a una historia que con una leve línea argumental, centrada en el Programa de Protección de Testigos, pretende emocionar sin conseguirlo. Hay escenas realmente espectaculares, como ese inicio que recuerda inevitablemente a la serie Bond, pero la vacuidad que desprende su metraje sólo podría ser superada por una tercera parte . La única lectura positiva que se podría hacer del film reside en la reivindicación de la mujer como perfecta heroína de acción, ya basta de presentar a las féminas como las sufridas novias del protagonista, y en la recuperación de una espléndida Demi Moore que, a pesar de rondar la cuarentena, compite en belleza y talento con esta nueva hornada de estrellas de diseño. La protagonista de la fallida Striptease, es de lo más destacable en este producto veraniego que se derretirá tan pronto como un helado. Lo que queda muy claro es que hay que consumirlo con absoluta rapidez.