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Marbella, el ojo del huracán
En reconocimiento a Salsa rosa habrá que decir que este programa ha conseguido estar dos semanas seguidas en el candelero, y no sólo en la actualidad televisiva, sino en las portadas de la Noticia con mayúscula. Bien es cierto que lo ha hecho suscitando dos asuntos que no tienen gran cosa que ver con la crónica rosa: primero, la plástica denuncia de Raquel Bollo a Chiquetete por malos tratos, con tumefacto apoyo documental, y, la semana siguiente, el rifirrafe a cara de perro entre Gil y Muñoz, ex alcalde y alcalde de Marbella respectivamente. Lo de Raquel Bollo y lo de Gil-Muñoz sólo tienen un punto en común: no rozan lo «rosa» sino muy tangencialmente y ambos conflictos conducen directamente a los tribunales. En todo caso, lo cierto es que Salsa rosa ha conseguido que todos hablen de sus argumentos; al margen de otras consideraciones, eso es un éxito periodístico inapelable. Lo de Gil y Muñoz va a llegar todavía más lejos, porque la fiscalía anticorrupción ha encontrado que en las declaraciones cruzadas de ambos hay materia suficiente para ponerse a investigar. Si vio usted el programa, recordará que el intercambio de bofetadas tuvo algo como de combate de saurios. Uno y otro se ocuparon de llevar las cosas hasta un punto en el que la presunción de inocencia no pasa de ser una amable broma. A los contertulios de Acosta se les notó que la política no es lo suyo, pero eso es, tal vez, lo de menos: en televisión suele ocurrir que la simple exposición de los hechos justifica tener abierta la pantalla. Ahora la cuestión está en saber si finalmente habr aquel careo en la cumbre que Muñoz y Gil anunciaron la pasada semana. Con el asunto en los tribunales, es dudoso que pueda celebrarse la velada: dos pesos pesados sin cintura, pero con pegada, moviendo hercúleas mantecas por la lona mientras dos damas suspiran. Una se pasa la vida suspirando.