Parábola del Juicio Final

Mucho antes de que Martin Scorsese concibiera al Mesías como un psichokiller ( El cabo del miedo ) o de que David Fincher retratara a un enviado celestial presto a limpiar la escorial finisecular ( Seven ), el guionista y realizador Larry Cohen dotaba a Jesucristo de rasgos andróginos, alienígenas, para que en su enésimo advenimiento desatara la muerte y/o justicia ( Gold told me to ). Ha pasado más de un cuarto de siglo y muchas series B imprescindibles, pero Cohen, quizá el mejor ejemplo de autor moral, que no moralista, fruto de estos convulsos y contradictorios tiempos, retoma esa idea de furia divina. Times Square es la Sodoma o Gomorra sobre la cual planea la omnisciente voz, la moderna espada flamígera de un ángel exterminado. ¿Les suena esto último a un filme de Luis Buñuel? Pues el recuerdo no es gratuito: Última llamada es una malévola, contradictoria, reproducción de la buñueliana Simón del desierto . La columna desde la cual el aspirante a santo luchaba contra las tentaciones se torna ahora en una cabina telefónica, confesionario/potro de tortura en el cual un pecador anónimo debe confesarse ante sus semejantes y ante él mismo, so pena de morir. Un discurso pesimista, religioso, que el guión de Larry Cohen lleva a un terreno de pieza de relojería, con esa idea circular de principio y final propia de las parábolas cristianas. Hitchcok inspira el estilo en tiempo real, aunque el tono visual de Schumacher siga bebiendo de fuentes más contemporáneas. Y contemporánea es su crítica a una sorda sociedad de yuppies, adultéros, racistas e hipócritas que se hunden en el lodo sin que nadie, ni siquiera Dios, pueda salvarles del Juicio Final.