| Crítica | Teatro |
Un plato escénico fuerte
Estamos en Celama: tierra de sueño y ceniza; llanura en la que el viento trae y lleva las cosas; espacio que no se puede ni siquiera imaginar desde la ventanilla de los trenes. Gran parábola de un territorio condenado a vivir sus particulares cien años de soledad. Teatro Corsario ha asumido el reto de dar vida en escena a ese país de muertos que es la trilogía deLuis Mateo Díez completando un triángulo estético propio que esta compañía empezó a dibujar en 1988 con Pasión , continuó en Coplas por la muerte y remata ahora con este contundente Celama : plato fuerte, teatro nada complaciente, puro reto creativo del que sale airosa tras su estreno, ayer, en el Bergidum de Ponferrada. Sobre un espacio escénico que cumple sobradamente su función práctica y simbólica, el doctor Ismael Cuende va desgranando el obituario de ese páramo yermo que es Celama. Cada una de las historias se cierra sobre sí misma con el atormentado médico como hilo conductor y el pastor como único personaje que vemos crecer sobre la escena hasta esa soberbia muerte final a ritmo de tango. Las secuencias beben de fuentes diversas con brillantez: los payasos becketianos filosofando para una urraca disecada, el velatorio valleinclanesco que acaba en asalto a la iglesia, la Antígona rural con un Creonte mutilado y galochas por coturnos¿ Destaca en el montaje el uso poéticos de los objetos, el vestuario trabajado con inteligencia y la aplicación de la música como un actor más. Superados los problemas de ritmo propios del estreno de una puesta en escena tan ambiciosa, estaremos ante un gran trabajo que exigirá, eso sí, un público dispuesto a enfrentarse a un plato escénico de alto contenido proteínico.