Un futuro demasiado viejo

Al escritor de ciencia ficción Philip K. Dick el cine no lo ha tratado mal. Su mundo literario originó Minority report , Desafío total y Blade runner . El futuro imperfecto y posible del autor es también reconocible en Infiltrado, una película casi maestra en ambientes: grises y marrones, con inventos tan viejos que parece un presente agigantado y con arrugas. El diseño de producción es notable, aderezado con una banda sonora de oportunas referencias wagnerianas y jugando con lo cotidiano: el estado policial, las campañas belicistas y el tratamiento de los enemigos invasores nos remiten al periódico de ayer. Ha sido sabia la decisión de no mostrar en ningún momento a los extraterrestres de Centauri, terroristas que replican humanos y que esconden bombas en su corazón, en un brillante mestizaje de la paranoia actual y de la rica tradición de los ladrones de cuerpos que atesora la literatura de ciencia ficción. También hay un hábil y dosificado sermón metafísico agitado con buenas citas: «Einstein dijo que sólo dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana, aunque de la primera no estoy muy seguro», dice el protagonistas, mirando la bomba de 80 toneladas que ha creado para luchar contra el enemigo alienígena. El científico duda de su propio yo: «Me pidieron pruebas de la existencia de Dios y sólo pude hablarles de ti», confiesa a su mujer. Quizá lo único que le falta a Infiltrado es más energía y la voluntad de ser una obra notable. Algo que no posee el director de Cosas que hacer en Denver , El coleccionista de amantes o Ni una palabra . INFILTRADO: EE.UU. 2002. Dir: Gary Fleder. Int: Gary Sinise, Vincent D'Onofrio, Madeleine Stowe. 97 minutos.