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La actriz Scarlett Johansson, en una escena de la película

Publicado por
César Wonenburger
León

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Cuenta Sofía Coppola que no haría la película si Bill Murray no aceptaba el papel. Semejante afirmación sonaría a estupidez en cualquier cinéfilo purista que recordara al actor metido en fungibles como Los Cazafantasmas o Las incorregibles albóndigas , por citar algunos de sus trabajos. Es más, Murray era veneno para la taquilla extranjera. Y al parecer todavía tardó varios meses en aceptar un personaje que le puede colocar al pie del Oscar. Paradojas. Se confirma Lost in translation como una de las mejores películas del 2003, una producción de Hollywood en su intendencia, pero europea e incluso indie en el concepto. El rodaje se realizó íntegramente en Japón, sobre todo en Tokio y Kioto, con un reducido equipo de minoría norteamericana y mayoría japonesa. Aunque Sofia Coppola ya sorprendiera con su primer filme, Las vírgenes suicidas, para Lost in translation cambia de registro y opta por una propuesta más clásica en la forma pero no por eso menos original. La propia directora, que tiene como productor ejecutivo a su padre Francis y como director de segunda unidad a su hermano Roman, la define como una «carta de amor y amistad a la ciudad de Tokio», aunque también es una reflexión sobre la soledad a partir de un encuentro casual. Murray, es un popular actor que viaja a Tokio para filmar un spot que le reportará jugosos dividendos. Scarlett Johansson acompaña a su marido, un fotógrafo de éxito. Ambos coinciden en una crisis personal que la realizadora enfoca con una sutileza que se apodera de la película de principio a fin. LOST IN TRANSLATION: EE.UU.-Japón. Dir: Sofia Coppola. Int: Scarlett Johansson, Bill Murray. 105 minutos.