| Crítica | Cine |
Más crema pastelera
A los americanos les encanta el tipo de historias de iniciación, en las que un chico sin demasiados asideros en la vida y con todo, en cambio, a su favor para convertirse en víctima segura del sistema hasta dar con sus huesos en la cárcel o el ejército (lo que viene a ser lo mismo), logra enderezar sus pasos gracias a la providencial aparición de algún tercero, normalmente un familiar, que se convierte en inesperado modelo, guía e inspiración para una futura existencia feliz. De eso trata, básicamente, la película del poco conocido Tim McCanlies, cuyo único acierto ha sido contar en su reparto con dos monstruos sagrados, Michael Caine y Robert Duvall, y un chaval con reconocidos talentos y tablas, Haley Joel Osment. El problema es que el ingenuo sermón del padre McCanlies, con sus insoportables dosis del ternurismo más azucarado y previsible, se hace indigesto desde el primer minuto, cuando el tono de lo que viene se torna evidente, pudiendo adivinarse, además, al milímetro, casi todo lo que pasará después. Y su uno sabe de antemano lo que le van a contar y, encima, la forma elegida para hacerlo denota una absoluta falta de estilo, un precipitarse por los lugares comunes de la más convencional y trillada forma de servir las imágenes, el único aliciente que queda entonces es soñar con aquellas grandes películas en las que Caine y Duvall cimentaron el prestigio de sus gloriosas carreras. No hay nada en esta historia que pueda elevar la mera anécdota a la categoría de emoción. Los buenos sentimientos, por sí solos, no bastan para hacer buenas películas. EL SECRETO DE LOS McCANN: EE.UU. Dir: Tim McCainles. Int: H. Joel Osment, R. Duvall, M. Caine. 111 min.