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La película se caracteriza por una gran transparencia y sencillez narrativa

Publicado por
César Wonenburger
León

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Decir que el cine más interesante que ahora mismo se está haciendo en España es cosa de mujeres no es un halago fácil para contentar a la cuota de audiencia femenina, es una simple constatación que no escapará a quienes hayan visto con ojos abiertos lo último de Isabel Coixet, Icíar Bolláin, y ahora, Gracia Querejeta. La hija del más inteligente de los productores españoles se mantiene fiel a los temas que explora su breve pero enjundiosa filmografía: la búsqueda de la identidad, las relaciones paterno-filiales, el tránsito de la pubertad a la madurez; en fin, la vida misma con todas sus complejas aristas que se muestra sin tapujos en su más reciente obra, distinguida en el Festival de Málaga con el premio mayor. La novedad, ahora, quizá sea la depuración formal que la realizadora ha alcanzado a la hora de poner en escena una historia que podría bifurcarse en otras muchas, porque la humanidad que transmite cada personaje, su inmediatez, hace que queramos conocer más cosas acerca de ellos. Y esto, con ser mérito, también se convierte a veces en lastre, puesto que la única debilidad que podría achacársele a este delicado, hondo y luminoso poema cinematográfico es precisamente la falta de definición de algunos de los personajes más importantes. Reparo menor a una obra grande que narra el forzoso viaje hacia la madurez de un adolescente (Nilo Mur) en el Madrid del extrarradio. Después de perder a su madre, y con un padre ausente, el chico encuentra cobijo en el hogar de su tía (prodigiosa Adriana Ozores, como casi todo el resto del soberbio reparto). HÉCTOR: España, 2003. Dir: Gracia Querejeta. Int: Nilo Mur, Adriana Ozores, Unax Ugalde. Drama. 107.