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Literatura y conspiración

Portada del libro, publicado por la editorial Temas de Hoy

Portada del libro, publicado por la editorial Temas de Hoy

Publicado por
Tomás García Yebra
León

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¿Quién podía imaginar que Francisco de Quevedo o Josep Pla fueron unos excelentes espías? ¿Y Daniel Defoe un agente doble? El periodista Fernando Martínez Laínez (Barcelona, 1948) se ha sumergido en la vida de once famosos escritores de los que desvela una insólita actividad: el espionaje. «La mayoría actuaron por patriotismo, como Cervantes o Rabelais -dice- pero también los hubo con motivaciones más oscuras, como Daniel Defoe o el atormentado Graham Green». Por las páginas del libro desfilan los nombres de Christopher Marlowe, Francisco de Quevedo, John Le Carré, Beaumarchais, Miguel de Cervantes, Graham Green, François Rabelais, Aphra Behn, Josep Pla, Voltaire y Daniel Defoe. Algunos, como señala el autor, actuaron por deber; otros, por dinero, por miedo, por amor, por gusto al riesgo o por mera supervivencia. «Hay casos, como el de John Le Carre, en que sus experiencias fueron decisivas para elaborar su obra; en cambio en Cervantes, Quevedo o Pla no dejaron huellas». Una de las personalidades más sugestivas del libro es la de Christopher Marlowe. Este hombre -según Laínez- pudo adoptar el pseudónimo de William Shakespeare. «En un determinado momento, Marlowe fue perseguido y hay estudios serios que intentan demostrar que Skakespeare era, en realidad, Marlowe». Estos escritores espías «llevaban dentro un soldado, un explorador, un irrefrenable deseo de aventuras», aunque también tenían que soportar «una personalidad esquizofrénica». Uno de los personajes que más le han apasionado desde el punto de vista psicoanalítico es el de Graham Green. «La hipocresía, el puritanismo, el escepticismo y la practicidad de los británicos se conjugan bien en este escritor, cuya existencia fue muy atormentada». Uno de los mejores espías, según Laínez -y dentro de los que se mencionan en el libro- fue Quevedo. «Dominaba las claves diplomáticas y, además, no le importaba arriesgar la vida». El más pintoresco, Josep Pla. «Pasaba información a las tropas franquistas desde la frontera francesa; luego, cuando ganó Franco, no se entusiasmo con su régimen y trataron de silenciarle todo lo que pudieron». Sólo una mujer: Aphra Behn. «Mujeres espías hubo muchas y, además, famosas, pero que compaginaran esta afición con la literatura hubo pocas». Nacida en la Inglaterra del siglo XVII, Behn sorprendió por su atrevida actitud. «Fue espía, escritora, pendenciera, visitó varias veces la cárcel y nunca renunció a sus ideales de mujer absolutamente conservadora».

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