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Esto sí que es ritmo

Jason Bourne es un espía que quiere recuperar su memoria

Jason Bourne es un espía que quiere recuperar su memoria

Publicado por
Miguel A. Fernández
León

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Un teléfono móvil ajeno al que cambia el chip en segundos, una matrícula adhesiva que guarda en su bolsa y la coloca en un plis-plas, una cerradura abierta en un santiamén, un coche robado que arranca a la primera, un viaje de Florencia a Berlín en apenas un minuto, unas persecuciones urbanas que quitan el hipo... Todo eso son pijadillas para el ex-agente de la CIA Jason Bourne. Y están en El mito de Bourne , de acción y espías al estilo antiguo. Hace dos años, El caso Bourne , que dirigía un tal Doug Liman, sorprendió a público y crítica al introducir en el género un vendaval de aire fresco con maneras modestas e indiscutible eficacia narrativa. Incluso descubría a un actor en permanente estado de sospecha, Matt Damon, aquí reivindicado como talentoso de la escena, quizá inadecuado para un Shakespeare, pero incuestionable como Jason Bourne, el personaje creado a mediados los ochenta por Robert Ludlum. La clave del éxito está en un guión bien trabado, sin duda, pero también en la labor de su director, el británico Paul Greengrass, fogueado en el documental y el cine de denuncia, que opta por la vía del realismo recurriendo al ritmo, el principal mérito de un filme que hará historia en esta década. El ritmo es cadencia, nunca velocidad ni taquicardia. Hay ruido, pero sin estridencias, porque Greengrass dota de verdad a sus secuencias y te las acabas creyendo. El espectador sabe en todo momento qué producto degusta y se siente halagado por su sinceridad. Si años atrás Frankenheimer, Siegel o Aldrich hacían que vibráramos con sus espectáculos, Greengrass nos refresca la memoria. El Hollywood actual hace poco cine así. EL MITO DE BOURNE: EE.UU., 2004. Dir: Paul Greengrass. Int: Matt Damon, Franka Potente, Brian Cox. 108 min.

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