Diario de León

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Nuevo amor viejo

Una película «de las de antes», de serena belleza

Una película «de las de antes», de serena belleza

Publicado por
Eduardo Galán
León

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Es una película vieja, algo que agradecemos en estos tiempos de exaltación irracional de lo nuevo. Es vieja porque cuenta historias de intensidad emocional al ralentí: precisamente lo contrario de lo que el cine actual nos tiene acostumbrados. Es vieja en su mirada del mundo de hace cincuenta, cuarenta y treinta años, con un ensimismamiento triste sobre el pasado, huyendo de la peste de la nostalgia alegre, en una suerte de ética sentimental comprometida. Roma es vieja creciendo como una hiedra alrededor de su afecto por los libros, el cine y la música y las citas fuera de moda: John Ford y Las uvas de la ira , Hemingway, Dumas, Billie Holliday, Coltrane y Parker y, sobre todo, Pío Baroja, un fantasma que planea durante toda la película, y al que adivinamos evocado por el coguionista Mario Camus. Nos ha gustado regodearnos con esta nueva película vieja, quizás a ratos pedante y morosa, pero de una serena belleza que para sí quisieran la inmensa mayoría de los productos que se facturan ahora. Las dos confesiones amorosas que la madre Roma, justamente amor al revés, le hace a su hijo Juan Diego Botto, renovando el amor por el padre muerto y por el hijo confuso, son seguramente de una belleza incomprensible para los cánones actuales, con una Susú Pecoraro antológica, que ya pasa a los altares iconográficos del Amor con mayúsculas. Y el momento en el que el padre del protagonista le desea al niño que sea para siempre bohemio, peregrino y soñador, explicándole exactamente el significado profundo de las tres palabras, ya sólo lo podemos encontrar en esas sombras que emergen de la madrugada televisiva. ROMA: Argentina-España. Dir: Adolfo Aristaráin. Int: Juan Diego Botto, Susú Pecoraro, José Sacristán. 154 min.

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