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Los ojos azules de Milla Jovovich dominan la pantalla

Publicado por
Eduardo Galán
León

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La segunda entrega de Resident Evil comienza donde terminó la primera, con la heroína proteica interpretada por Milla Jovovich atravesando el campo apocalíptico de la ciudad tomada por los muertos vivientes. Esta descripción, que puede prevenir a cualquier mente sensible, no debe engañarnos. Como en la primera película, hay aquí otro buen trabajo icónico que brilla por encima de la habitual fantasmada de acción futurista o las sevicias debidas al videojuego y a su público. Entre todo el artificio de peleas y ruido infográfico, por otra parte servido con un sabio manierismo, hay un ejercicio de imaginación encomiable, desarrollado en escenarios reinventados: en la iglesia neogótica, el cementerio romántico y, sobre todo, la escuela con el mapamundi recorrido por huellas sangrientas de manos diminutas. La ciudad en cuarentena está tomada con descaro de 1997, rescate en Nueva York y los personajes le hacen guiños a la película de John Carpenter, pero la heroína prerrafaelista, plena de referencias angélicas en el cuerpo de Jovovich, aún supera su encarnación de la primera parte. Ahora ya no es ángel exterminador, es Diana cazadora, viviéndolo todo en una noche con la medialuna sobre la cabeza y con su aljaba y flechas en forma de rifle, perpetuamente colgado a la espalda para las delicias onanistas de Charlton Heston. «Es magnífica, no es una mutación... es la evolución» dice un científico enamorado de la nueva amazona aria; un trasunto femenino de Sigfrido que renace de su probeta con los negros pezones de una venus de Durero y las manos alargadas y de violenta espiritualidad de Botticelli. RESIDENT EVIL 2 : Gran Bretaña-Canadá. Dir: Alexander Witt. Int: Milla Jojovich, Sophie Vavasseur, Oded Fehr.

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