Lo que quieren ser de mayores

Las perspectivas eran gozosas: «Es nuestro primer disco de puro rock and roll»; «estoy muy contento con el sonido de mi voz», había adelantado Bono, el frontman más carismático del planeta (con permiso, Jagger). Y la cosa empieza con energía: Vértigo , la primera pista, suena joven, rabiosa, vibrante. Seguramente no haría top ten en la sensacional historia de la banda, pero los riffs de Edge parecen haber pasado una sesión de lifting : suenan frescos y aparentan veinte años menos. Pero después viene el tema dos, el tres, el cuatro y... parece que Vértigo se queda en un señuelo. ¿Dónde está el prometido rock and roll? Ni rastro, salvando un par de temas. Ante lo cual se impone una nueva escucha, más calmada esta vez, que revela claves ya adelantadas en All that yoy can't leave behind (2000) y que, por lo visto, responde a lo que U2 quiere ser de mayor, tras tocar techo en cuanto a fama mundial y experimentar con estéticas futuristas ( Zooropa , 1993) y onidos electrónicos ( Pop , 1997). A saber: un conjunto sonoro desprovisto de efectismos; como en los comienzos, pero con menos mensaje de rebeldía postadolescente y con una producción mucho más lujosa. El fan que espere escuchar a U2 en estado puro lo encontrará, porque de nuevo aparecen las voces un tanto épicas de Bono y las guitarras dosificadas y ligeramente punzantes de Edge. Pero quien espere un nuevo giro de timón de la banda irlandesa quizá se sienta decepcionado. Sea como fuere, hay algo en lo que no fallan: Bono y los suyos mantienen esa eterna sensación de que, de algún modo, todo lo que hacen es moderno. Y no sólo por las gafas de sol.