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Los tigres representan la lucha kypliniana de civilización contra naturaleza

Publicado por
Eduardo Galán
León

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A pesar de lo dicho por un amplio sector de la crítica internacional, Dos hermanos no es una película de bichitos a lo Disney. Annaud, el director de El oso , regresa al universo animal con la mirada puesta en Kipling; cargando de melancolía el supuesto cuento de hadas protagonizado por dos tigres, incorporados desde cachorros al mundo de los humanos, en la Indochina colonial. Se distancia de la postal desde el comienzo, con su visión esquiva de las tierras vírgenes, amenazadas por una carretera que quieren construir los franceses. El prólogo es muy bueno, con la naturaleza salvaje, toda ojos, vigilando la llegada de la civilización: los tigres con sus iris bizcos, los budas milenarios con las cuencas de piedra cegadas. Durante la primera noche que pasa en el templo perdido de la selva, el cazador pone en su gramófono música sacra, sabiendo que está pisando el último santuario y acaricia el relieve de Shiva, metiendo los dedos en la llaga de una herida que ya no se va a cerrar. El personaje interpretado por Guy Pearce, como doble figura de depredador de arte y de animales a un tiempo, está sensiblemente confrontado con la vil recreación de Jean Claude Dreyfus, el carnicero de Delicatessen , que interpreta al cónsul francés igual que lo haría Peter Ustinov. Y el director nos ofrece también, como regalo extra, como asombroso macguffin , unos caramelos de miel que son una ocurrente magdalena proustiana para tigres. Dos hermanos es un loable intento de regresar a la cuna del cine de aventuras y los espectadores de hoy, tan huérfanos del sentido del asombro, adormecidos por todas las magias de la máquina virtual, agradecemos la belleza de estos tigres de verdad. DOS HERMANOS, Dirección: Jean-Jacques Annaud. Intérpretes : Guy Pearce, Freddie Highmore, Jean-Claude Dreyfus. Duración : 108 minutos.