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El equipo actoral demuestra que, a veces, la realidad es más cruda que la ficción

Publicado por
Miguel Á. Fernández
León

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Hay personajes que parecen hechos a la medida de una actriz y la Ana de Entre vivir y soñar entra en Carmen Maura como un guante en una mano. Va de mujer madura, aburrida de su gris marido, rockero fracasado, ahora agente de viajes al que viajar le produce pavor, y madre de una adolescente muy a gusto en el catre de su novio. Un arranque demasiado convencional y obvio, que bien mirado aporta poco al resto del guión. Pero Ana vive recordando a un amor de juventud, que 30 años después todavía le incita a soñar con encontrar a aquel chico francés que se parecía a Alain Delon... Marcha a París por un asunto profesional, pero su sueño se desvanece cuando se da de narices con la realidad, que como siempre suele superar en crudeza a la ficción. Peripecia para el casi exclusivo lucimiento de Maura, actriz incuestionable, que rescata a la película de su condición modesta. La idea de confrontar lo imaginado a lo real no es nueva, pero si que admite variantes capaces de enganchar con el espectador al proclamarse Entre vivir y soñar como deudora de la comedia clásica en cuanto a intentar dar con su tono. El tándem Albacete-Menkes evoluciona desde el aspecto descuidado, casi cutrillo de su cine anterior, donde la tarea de encontrar a un director (dos en este caso) se hacía cuesta arriba. Sacan notable en lo narrativo aún siendo convencionales, y en el desarrollo emocional del personaje principal también aciertan pese al convencionalismo inicial. Hasta en el desenlace logran un quiebro aceptable que aleja a la película de lo previsible pese a intuirse la opción que finalmente elegirá Ana. Sin embargo, entre el filme y el espectador no llega a haber un feeling que derive en entusiasmo. Un sí, pero depende... «ENTRE VIVIR Y SOÑAR»: España. Dir: Albacete-Menkes. Int: Carmen Maura, Álex Brendemühl, Manuel Manquiña.