| Crítica | Cine |
Provocación inteligente
Clint Eastwood ha contado estos días lo difícil que le resultó poner en pie su última película, a pesar de su enorme prestigio. El gran cine vive un asedio implacable, corre peligro de extinguirse, de ser tragado por esa poderosa marea negra de remakes y secuelas que nos quieren imponer como imposible sucedáneo del séptimo arte. Y por si fuera poco tener que enfrentarse con el desdén de la industria, cuando un autor como él demuestra su arrojo al proponer un tema complejo, también ha de vérselas con las iras de quienes creen que lo mejor siempre es no hablar de ciertas cosas ni enfrentarse a ellas. En su polémico filme (boicoteado en EE. UU. por grupos ultraconservadores), Eastwood desgrana con estilo sobrio y maneras clásicas la historia de Frankie Dunn (el propio director, en estado de gracia), un entrenador atormentado, y una camarera (impresionante Hillary Swank) cuya meta es ser alguien a través del boxeo, único pasaporte al éxito para una chica sin educación. Juntos vivirán la ilusión del reencuentro, la efímera posibilidad de redención que parece reconciliarles con la vida. Al director le gusta apropiarse de los géneros para llevarlos a su propio terreno. Esta vez, bajo la apariencia de un canónico filme de boxeo, con sus perdedores de gimnasio y la emoción de los combates, propone un poema de dolor y humanidad, una desgarradora historia de amor, de pérdidas, reencuentros y difíciles elecciones, destinado a remover la conciencia del espectador por el procedimiento más sencillo: dejar que sean sus sólidos personajes, despojados de todo artificio e investidos de honestidad, quienes muevan los hilos de una ficción que nos acerca al realismo más descarnado y nos enfrenta con nuestras creencias más íntimas. A sus 74 años, Eastwood demuestra que aún es posible provocar. «MILLION DOLLAR BABY»: dir: Clint Eastwood. Int: Clint Eastwood, Hilary Swank, Morgan Freeman. 137 min.