| Crítica | Cine |
Cara a cara con el horror
En Sin destino , Imre Kertész describe con dolorida ironía el campo de concentración de Buchenwald, en el que, protegido por una alambrada, los presos contemplaban el árbol que había plantado Goethe cerca de su amada Weimar. Todavía hoy es difícil entender cómo en la patria del poeta y de tantos otros humanistas pudo el nazismo dar sus ponzoñosos frutos. Hasta ahora, los alemanes habían rehuido el debate público: las heridas seguían abiertas. Pero, por vez primera, una película se enfrenta a estos fantasmas sin tapujos ni autocomplacencias. Sólo por ello, El hundimiento ya merecería pasar a la historia, pero lo cierto es que, tal vez, ésta sea una de las películas bélicas más extraordinarias jamás rodadas. Nunca antes se había podido experimentar esta angustiosa sensación: estar presente en el infierno, respirar el aire viciado del búnker, sentir el ruido continuo del bombardeo, la desesperación, la locura, la omnipresencia de la muerte en la tumba subterránea bajo la cancillería. Bruno Ganz consigue estremecer con su retrato del genocida, avalado por historiadores como Ian Kershaw. Sin embargo, para algunos, este Hitler es demasiado humano. Olvidan que el Tercer Reich no fue obra sólo de psicópatas: gran parte de la población se dejó llevar por la violencia y el fanatismo. Aquí podemos contemplar con detalle las ruinas de aquel infernal proyecto, pero el verdadero hundimiento (el ético) ya había empezado muchos años antes. Y como nos recuerdan, no hay excusas: la negligencia o el desconocimiento no atenúan la carga. Dentro de un tiempo todos aquellos que vivieron el nazismo habrán desaparecido. Pero esta película nos convierte también en testigos del horror. Para que no olvidemos. Jamás. «EL HUNDIMIENTO»: Dir: Oliver Hirschbiegel. Int: Bruno Ganz, Alexandra M. Lara, Corinna Harfouch. 154 min.